La colección de cuentos de Joaquín Montesinos, África, cuéntame(1), que nos proponemos estudiar, constituye, en nuestra opinión, una clara y nítida muestra de la importancia de las creencias tradicionales dentro del espacio africano actual. Se nos proporcionan en dicho libro informaciones relevantes acerca de la cosmovisión animista, la cual no establece ninguna diferencia entre el mundo observado y el universo invisible. Todo lo creado tiene espíritu, por lo que las montañas, las cuevas, los lagos aparecen venerados como lugares sagrados. Los animales suelen considerarse también en determinados ámbitos africanos como encarnaciones de seres invisibles.
Cabe puntualizar asimismo que hoy en día no hay quien sea capaz de discernir explícitamente donde terminan las creencias ancestrales y donde empiezan las religiones monoteístas. Magia y religión se intercalan de tal modo que forman una entidad única e inseparable.
Joaquín Buxó Montesinos (1932-1999) cuyo libro nos proponemos estudiar en los siguientes renglones es un autor muy polifacético. Ha viajado por distintos países africanos para ensanchar sus conocimientos culturales. En su obra África, cuéntame…, destaca sus peculiares conocimientos de la religiosidad africana en general y de sus manifestaciones en particular, cautivando así al lector con una interesantísima exposición de elementos y símbolos relacionados con aquella. Del análisis de su colección de cuentos se desprende que Buxó Montesinos se sirve de destacados aspectos religiosos que conoció durante sus viajes para conseguir sus objetivos literarios.
Ahora bien, un acercamiento a África, cuéntame…, nos permite ver no sólo todo el interés que dicha narrativa tiene dentro de la trayectoria literaria del cuentista valenciano sino que nos ayuda a desvelar la escasa documentación sobre Montesinos que está a nuestro alcance y que nos ha alentado a proceder a un estudio de su cuentística y más precisamente de los aspectos religiosos allí reflejados.
Antes de meternos de lleno en la manera cómo las creencias religiosas vienen incidiendo dentro de los relatos montesinianos, nos parece lógico, importante y de una verdadera utilidad, referirnos a la metodología que nos proponemos adoptar en este trabajo.
Son innumerables las maneras de acercarse a un texto literario. Pero, de los numerosos e interesantes planteamientos metodológicos que ayudan a llevar a cabo este tipo de reflexiones nos ha parecido más ventajoso escoger la sociocrítica que Duchet considera como un método de análisis cuya prioridad es el texto literario en relación con aspectos concretos de la sociedad. Para optimizar nuestro estudio hemos dividido nuestro trabajo en dos partes. En la primera procederemos a un estudio del sincretismo religioso antes de destacar un subcapítulo aparte a la fusión entre brujería y religión musulmana en la cuentística montesiniana.
A/ El sincretismo religioso en el cuento “El Espíritu de Tai”
El sincretismo viene definido en El diccionario Espasa: religiones y creencias(2) como una mezcla de diferentes religiones o de tradiciones religiosas. Es un vocablo que se usa con frecuencia de manera peyorativa para referirse a la contaminación de una religión por otra. Según el referido diccionario, ciertos elementos de la religión cananea, adoptados por Israel, y la fusión del primitivo cristianismo con formas de pensamiento helenísticas, se pueden considerar como ejemplos de sincretismo religioso.
Acabamos con las definiciones dadas acerca del vocablo para decir por nuestra cuenta que el sincretismo africano se puede concebir dentro de la cuentística montesiniana como la simbiosis o fusión de las nuevas religiones (la musulmana y la cristiana) con prácticas tradicionales del mundo negro.
Una lectura y relectura de la obra en la que basamos nuestro estudio, África cuéntame…, nos incita a reconocer que el sentimiento religioso “rezuma por todos los poros de la narrativa montesiniana”. En efecto, la religiosidad africana, nos referimos a la representada en los cuentos del escritor español, constituye una mezcolanza asombrosa de creencias musulmanas, cristianas y de supersticiones animistas, prácticas que caracterizan a los personajes que protagonizan el libro sin límites diferenciadores.
Huelga agregar que la difusión del Islam y, después, del Cristianismo, en el mundo negro, ha llevado consigo modificaciones radicales en las creencias étnicas. En algunas partes, desaparecieron por completo para dar paso a lo nuevo, pero, en la mayor parte de los casos, las prácticas animistas sólo cambiaron su apariencia permaneciendo sin variaciones en lo fundamental.
Ahora bien, en el cuento de África, cuéntame titulado “El Espíritu de Tai” aparecen representadas prácticas rituales ancestrales que distan mucho de los preceptos establecidos por las religiones monoteístas. Veamos muy rápidamente cómo el sincretismo religioso africano se manifiesta en el cuento ya mencionado.
Las reflexiones acerca de la sequía que afecta a los habitantes de Boubelé, además de ser relevantes porque sitúan el cuento “El Espíritu de Tai” en un contexto determinado (un África moderna donde prevalecen religiones monoteístas tales como el Islam y el Cristianismo), permiten también establecer la dualidad entre religión y magia, que resulta una constante en muchos relatos de Joaquín Buxó Montesinos.
Es conveniente recalcar asimismo la creencia en África de la presencia de fuerzas invisibles que rigen el destino de los hombres. Son muchos los africanos que viven en un mundo rodeado de seres sobrenaturales, los cuales son muy a menudo hostiles a los hombres. Al estar interconectados lo visible y lo invisible, la gente se aferra obstinadamente en apaciguar a los dioses y al espíritu de los ancestros con ofrendas.
El cuento “El Espíritu de Tai”, a pesar de la clara y nítida alusión en él a las grandes religiones modernas, se inserta, como veremos a continuación, dentro del más claro sincretismo. En efecto, el esfuerzo constante por unir el mundo antiguo pagano con el Islam y el Cristianismo se evidencia en la narración merced al comportamiento del muchacho protagonista, Claude Naruk, quien se encuentra, en nuestra opinión, a caballo entre la tradición ancestral y la religión católica. En efecto, este personaje montesiniano aparece como el máximo representante del sincretismo religioso dentro del relato. Baste con que nos fijemos en la manera cómo el narrador extradiegético de África, cuéntame… le introduce en la trama para que se vislumbre el fenómeno sincretista en dicho relato de Joaquín Buxó Montesinos:
Solo había habido uno, Naruk, que se había aferrado obstinadamente a las creencias ancestrales, negándose a escuchar las buenas palabras de unos o de otros. Y cuando, por fin hasta su propio hijo, en contra de sus consejos, y aun de las amenazas, se bautizó, adoptando el nombre de Claude, había renegado de su hijo, abandonando el poblado, se había ido a vivir a la Selva. Mucho había mortificado al neófito Claude la radical decisión de su padre, pues, en el fondo, era un buen hijo y le respetaba profundamente. Quizás por ello, cuando nació su primer vástago, le puso su propio nombre Claude, pero tuvo el cuidado de añadir un Naruk, como homenaje al abuelo pagano.(3)
Como revela el apartado que acabamos de apuntar, la onomástica desempeña un papel destacado en “El Espíritu de Tai”. En efecto, el muchacho personaje del referido cuento, como indica su nombre, se ve atrapado entre las convicciones religiosas del cristiano Claude o, mejor dicho, su progenitor, y sus propios anhelos por descubrir el misterio que yace bajo la aparente realidad del entorno al que pertenece. En este sentido, la línea que marca todo el cuento es la siguiente. Se parte de una situación inicial de carencia o de necesidad por parte de los habitantes del pueblo de Boubelé. El estado de las cosas se presenta como un desequilibrio. El ciclo de las lluvias se ha alterado inexplicablemente y hace ya dos años que no ha caído ni una gota de agua en este poblado africano. Es por lo que se emprende una conducta que consiste irremediablemente en intentar resolver la inestabilidad reinante en dicho espacio rural ¿Cuál es realmente la reacción de los habitantes del poblado de Boubelé ante la penuria de agua que les afecta?
Los cristianos piden la intercesión de los santos para que se apiaden de ellos. Los musulmanes invocan a Alá para solicitar clemencia para sus desdichas. Pero desgraciadamente, las religiones modernas no proporcionan las respuestas esperadas. En estos momentos de terrible angustia, el muchacho protagonista principal de “El Espíritu de Tai”, Claude Naruk, interviene milagrosamente abriendo de esta manera el proceso de restablecimiento del orden social.
Como podremos observar a continuación, el medio mediante el cual se intenta restablecer el conflicto entre los recién convertidos y los dioses paganos pertenece a las leyes sobrenaturales, normas que ponen de manifiesto la convivencia de dos planos opuestos, los cuales conceden al relato un sentido especial. En efecto, se nos presenta en el libro de Joaquín Buxó Monteinos a un muchacho que supera la inocencia a través de sus actuaciones. Los sucesivos esfuerzos de Claude Naruk durante la pesca le han permitido conseguir en definitiva el elemento salvífico del pueblo de Boubelé:
No cabía en sí de alegría. Aquella carpa, algo menor que las que solían pescarse antes, pero muchísimo mayor que cualquiera de las ultimadamente capturadas, constituía un valioso trofeo.[…] Y fue al pensar en aquel abuelo solitario, a quien no había visto nunca, aunque todos aseguraban que vivía aún, cuando una idea insólita le vino a la mente; una idea irracional, sin sentido. Lucía una luna espléndida y aquello facilitaría su trabajo. Dejando atrás el poblado, se encaminó hacia la laguna y llegó hasta el lugar donde había ocultado la carpa […] El muchacho, con el pez en las manos, fue sorteando la orilla, tras tomar una empinada vereda, se encaminó resueltamente hacia la selva.(4)
Como ilustra el ejemplo anterior, el protagonista principal de “El Espíritu de Tai” vuelve obstinadamente a sus ancestros, a los dioses y espíritus del pueblo de Boubelé en busca de salvación y de protección. El contacto del muchacho del cuento ya citado con las deidades africanas se realiza merced a su abuelo pagano, Naruk, es decir el depositario de la tradición ancestral, el hombre que ha mantenido vivos los valores que los dioses paganos han cultivado para las generaciones presentes y venideras.
Tal vez el párrafo que recogemos a continuación, en el cual se describe al personaje de Naruk quien sirve de intermediario entre su nieto y el espíritu de Tai rindiéndole homenaje sea uno de aquéllos en donde más nítidamente se adivina la superposición de fenómenos naturales con elementos sobrenaturales. Los espíritus se hacen patentes y pertenecen a la cotidianeidad de los individuos. El abuelo del muchacho protagonista, Claude Naruk, aparece de manera muy insólita en el cuento. Llamado por su nieto, acude y aparece por la magia del lenguaje para escuchar lo que éste le va a decir:
-¿Sabes quién soy?
-Eres Naruk, el protegido del espíritu de Tai. Padre del cristiano Claude y abuelo de Claude Naruk, que soy yo.
-Está bien. ¿Para qué me has llamado?
– Naruk, abuelo mío-repuso el muchacho-te he llamado porque necesitaba hablarte. El poblado que un día fue tu casa agoniza. Y sólo tú puedes salvarlo. Por eso estoy aquí.
– Y ¿qué crees que puedo hacer yo para ayudaros?
-Tú eres el único hombre que puede hablar con el espíritu de la selva. […] Hoy yo he pescado esta carpa. Ahora sé que era la última que quedaba. Pero no me la comí. La he traído hasta aquí, para que tú se la ofrezcas al espíritu de Tai.(5)
No podemos seguir nuestro estudio acerca del sincretismo religioso en la cuentística montesiniana sin recoger el fragmento de “El Espíritu de Tai” en el que se nos describen los extraños hechos que acaecen ante los ojos de los habitantes de Boubelé y que narrador de dicho cuento considera como un milagro. Nos referimos a la repentina caída de las primeras gotas de agua después de aquellos años de sequedad:
El señor Ancestral de Tai, al conocer aquella noticia, quedó pensativo durante unos instantes. Pero luego, tomando una decisión, redactó nuevas instrucciones. Llamó a otro mensajero-esta vez un albatros-y le encomendó que llevase sin tardanza su mensaje al genio de las aguas. […] Y se produjo un milagro.
Primero fue una gota de agua que estalló como una estrellita líquida en la mácula de polvo de una hoja. A ésta le siguió otra. Y luego otra. Al poco, un tejido de finísimas gotas, una gasa de lluvia, comenzó a derramarse como una caricia sobre la selva.(6)
Ahora bien, no es necesario alargar nuestra reflexión en lo que se refiere al cuento “El espíritu de Tai”. Baste señalar que todo el conjunto de fenómenos insólitos que aparecen mencionados en la colección de cuentos de Buxó Montesinos, África, cuéntame… constituyen, a nuestro parecer, el modo en que las prácticas tradicionales y las religiones modernas andan mezcladas. De esta mezcolanza considera normal y natural por determinados africanos dan testimonio otros relatos importantes del libro en que basamos nuestro estudio, si bien los mejores renglones relacionados con la fusión de las creencias monoteístas y de las supersticiones ancestrales los hallamos en el cuento titulado “El mendigo que fue rey” y en “El marabut y el shaitan”, narraciones que estudiamos a continuación.
B/ Brujería y religión musulmana en “El mendigo que fue rey” y en “El marabut y el shaitan”
Lo que salta a la vista al leer África, cuéntame… es sin duda alguna el profundo conocimiento que el escritor español Joaquín Buxó Montesinos parece tener de la cultura y de las sociedades africanas en general y más particularmente de sus creencias mágico-religiosas. La brujería que constituye uno de los fenómenos recurrentes en África, desempeña un papel relevante en los relatos montesinianos. En efecto, el narrador español, con su peculiar arte de evocación, muestra a lo largo de su cuentística rasgos típicos de la cultura negra que están arraigadas en prácticas ancestrales, las cuales descubrió durante sus viajes y sus numerosas lecturas.
Antes de sumergirnos en la fusión de la religión musulmana con prácticas animistas en los relatos montesinianos, sería interesante, en nuestra opinión, aportar ciertas aclaraciones tocante al concepto de brujería, las cuales serán de una gran utilidad en el estudio que nos proponemos llevar a cabo en este subcapítulo.
La brujería es un fenómeno universal que consiste en que determinados seres humanos, especialmente mujeres, tengan la facultad de separar inconscientemente su alma del cuerpo para actuar de manera independiente, tomando como vehículos otros cuerpos u objetos para poder materializarse y poder llevar a cabo lo que desean. Esta metamorfosis suele producirse durante el sueño y este poder se usa habitualmente para provocar daños sobre personas, familias o miembros de una comunidad. La brujería tiene muchos efectos negativos y se manifiesta de distintas maneras que explicaremos a continuación.
Si difundimos nuestra mirada por distintos ámbitos geográficos africanos, nos daremos cuenta de que muchas culturas negras, pese a su conversión a las religiones monoteístas, siguen otorgando una gran atención a la brujería. Mientras unos africanos, que siguen los estímulos de la organización racional de la sociedad, la consideran como una práctica de índole primitiva, otros siguen concediendo un interés primordial a este fenómeno que la religión musulmana rechaza tajantemente. Bastaría para acreditar tal aserto con echar una ojeada a los ritos de curación practicados por la población Lebou en Senegal. “El Ndeup” es el nombre dado a dicha práctica. Se caracteriza por diversos procedimientos que iremos mencionando en las siguientes líneas de nuestro trabajo.
La primera fase del tratamiento consiste en identificar al espíritu que posee al enfermo entonando cantos y recitando oraciones. Una vez terminada esta parte de la curación, el paciente tiene que seguir la siguiente, es decir, la “sepultura ritual, que consiste en cubrir integralmente al víctima con un vestido. La tercera parte del “Ndeup” se materializa a través del sacrificio del animal ritual, con cuya sangre se rocía al paciente. Para que el enfermo se convierta en sacerdote del espíritu que le ha poseído, le toca construir un altar en el interior del círculo trazado previamente con agua y leche. Los espectadores que quedaban pasivos al principio de la terapéutica, rompen de repente el hielo con cantos entrando asimismo en trance.
Vemos, pues, que ciertos rituales cobran un papel de primera índole en momentos decisivos de la existencia de determinadas personas. La repentina y sucesiva muerte de muchas personas puede suscitar la sospecha de que han sido víctimas de un hechicherismo y al rato se arremeta contra algún vecino, contra un pariente cercano considerándole como problable autor del crimen. Cuando una persona cae enferma, es posible que sus familiares atribuyan su estado a prácticas de hechiceros. Una mujer que no puede dar hijos aparece considerada, muy frecuentemente, como probable víctima de un espíritu o de un ser maléfico.
Veámoslo, antes de ir más lejos en nuestro estudio de la cuentística montesiniana.
Si pasamos revista rápidamente a algunos datos expuestos en los relatos de Joaquín Buxó Montesinos, nos encontraremos con fenómenos que caen dentro del campo acotado por las explicaciones proporcionadas con anterioridad. Es por lo que comenzaremos analizando el cuento titulado “El méndigo que fue rey” en el que podremos destacar la presencia de los aspectos a los que hemos estado refiriéndonos en renglones anteriores.
El citado cuento es una narración que utiliza temas y esquemas que bordean lo sobrenatural. Tiene como narrador a un cuentista quien manifiesta desde las primeras páginas del relato su atracción por los cuentos y por lo que tiene de frescor recoger en un número limitado de páginas lo que se le puede ocurrir a alguien:
Porque el viejo Moussa era un artista. Nadie como él sabía narrar los cuentos, matizando las palabras, acentuando (como un lapso estudiado cuando el relato lo requería) y llenando de emociones íntimas el ánimo de los oyentes en los momentos culminantes de la narración. […] Sabía que el éxito de sus relatos se basaba tanto en la belleza de los mismos como en su habilidad para narrarlos.(7)
En “El méndigo que fue rey”, como ilustra el ejemplo anterior, el lector se halla sumergido en una sensación de confusión entre lo imaginado por el cuentista Moussa y lo vivido por él porque el relato que ha imaginado surge de una anécdota vivida. Es al final de la narración cuando la realidad dejará de confundirse con lo inventado. Fijémonos en el siguiente apartado de sumo interés para la comprensión de “El mendigo que fue rey”:
Y con el fin del relato, el viejo Moussa llegó a la puerta de la humildísima mansión que le servía de habitáculo. […] Entonces pudo verla. Arrebujada bajo el raído embozo, una hermosísima chiquilla dormía en la placidez que sólo la inocencia puede comunicar a los niños.
Y Moussa la contempló arrobado durante largo rato […] Entonces sus labios, en un susurro apenas audible, pronunciaron un nombre:
-Djamila…Djamila, hija mía…Sí Djamila, la pequeña inválida que allí yacía, era verdaderamente su hija, la hija del rey de los narradores de cuentos de Djemaa- El Fna, a la que un djin maléfico había condenada de por vida a la inmovilidad […] Por eso él había inventado aquel cuento.(8)
Para no incurrir en repeticiones en el tratamiento del tema que aquí y ahora nos interesa, nos proponemos limitar nuestro estudio a la ficción en segundo grado, es decir, la historia inventada e incorporada por el cuentista Moussa. En efecto, este cuentista extradiegético recrea el fascinante mundo de la brujería, de los conjuros y de las fórmulas esotéricas presentándonos a un personaje cuyo destino está encadenado a sucesos que escapan a su control:
Aquel país, bendecido por la prodigalidad de Alá, era regido por un rey al que sus vecinos temían por su poder y envidiaban por sus riquezas. […] Pero no existe ser, por perfecto que sea, que no tenga al menos un enemigo. Y el buen rey había hallado el suyo en un maligno djiin, encarnación de la perfidia, que, envidioso de su virtud, había jurado su pérdida.(9)
Como indica el fragmento anterior, el cuento “El méndigo que fue rey” gira esencialmente en torno a la narración de las dificultades de un rey musulmán, de una persona víctima de un espíritu maligno, o mejor dicho, de un djinn, quien tienta y tuerce su destino hacia el lado oscuro. Huelga precisar que el culmen de lo sobrenatural se produce en este cuento en el momento en que se asocia al personaje del djiin con la muerte de la cuarta esposa del rey viéndole como un ser maléfico y diabólico que actúa resueltamente con poderes sobrenaturales para poner en un estado de invalidez física a la futura heredera de dicho reino:
Motivos de castigo suficientes encontró el djiin para ensañarse con las tres primeras esposas del harén real. Y así, enjuiciándolas por su conducta, las condenó a la esterilidad. […] Por ello, con gran desespero suyo, hubo de conocer un día la noticia de que la joven esposa había quedado encinta y de que, por tanto, el rey esperaba un heredero.
Pero, nueve meses más tarde, la alegría y la esperanza del rey se convirtieron en el más profundo de los dolores cuando le fue comunicado que el alumbramiento de la nueva vida había traído consigo la muerte de su bien-amada esposa.(10)
Prosigue el cuentista Moussa diciendo que la huérfana del rey, Djamila, aparece designada como la depositaria de los derechos monárquicos y el que asumirá la regencia tras el fallecimiento del padre de la princesa será aquel hombre entre todos los del reino que, por sus cualidades especiales, merezca su mano.
Pero las previsiones del monarca africano en lo que a su sucesor se refiere desbarataban los objetivos de su enemigo, el djiin, quien no estaba dispuesto de ninguna manera a permitir que la princesa goce de la felicidad requerida tras la muerte de su progenitor. Es por lo que, un día en que jugaba la pequeña Djamila con las gacelas en el palacio de su padre, el djiin hizo que se desmayara insólitamente “con tan mala fortuna que se laceró las piernas en la caída.”(11)
Ante la enfermedad de la princesa, todos los medios fallan. Sólo la magia del djiin hará salir del cuerpo de la inocente niña el cordoncillo de oro invisible con que se había propiciado el hechizo. Para que nadie sepa que el djiin es el principal responsable de esta insólita situación, éste se transforma en un poderoso “cheikh” con la finalidad de convencer al rey para que firme con él un pacto diabólico (su abdicación al reino en su favor), aprovechando así sus momentos de desesperación predisponiéndole al trato.
En el cuento “El marabut y el shaitan”, el personaje principal, o sea, el marabut, acusa también a su suegra de recurrir a prácticas de brujas y de hechiceros para destruir insidiosamente la paz y la armonía que reinaban en su familia. En efecto, la inclusión en este relato montesiniano de personajes de confesión musulmana que tienen bastantes puntos de contacto con entes que practican o se valen de la hechicería para llevar a cabo sus proyectos, constituye no sólo un mero pretexto del narrador español para volcar sus experiencias de convivencia con distintas sociedades africanas sino que le permite poner de manifiesto las consecuencias nefastas de dichas creencias que, desde una perspectiva occidental, se consideran muy extrañas. Es menester puntualizar que el mundo de la brujería viene caracterizado en la mayoría de los casos por una constelación de atributos negativos acumulados reiteradamente a lo largo del libro. Nos interesa pues “El marabut y el shaitan”…, por ser un cuento relacionado con las extrañas historias, sensasiones, angustias y obsesiones del personaje principal, es decir, el marabut, quien describe el profundo conflicto, la tensión fortísima que existían antaño entre su suegra y él mismo y que le incitaron a abandonar definitivamente su tierra.
Huelga añadir que el marabut narrador del citado cuento, para referirse a los misteriosos acontecimientos que le ocurrieron en el país de los bambaras y que le arrastraron hacia la desgracia, asume el discurso narrativo en primera persona orientando así el relato hacia los hechos vividos en un pasado lejano. Como veremos, el acto de narrar va unido a la evocación de sus recuerdos. Al contar su pasado en “el país de los bambaras” y al aludir a la repentina irrupción de su suegra en su vida, el personaje del marabut nos presenta el cuento como un mensaje literario en el cual va variando su situación de emisor ficticio, creando asimismo una serie de nexos con su auditorio, relaciones que aumentan de alguna manera la comunicabilidad y el interés de los hechos que se propone narrar:
– El shaitan puede tomar la forma que le convenga para sus designios-asveró el narrador-. Y en este caso, para atormentarme, se escondió tras la apariencia de mi última suegra; a no ser que la de la propia vieja fuese su verdadera naturaleza, tan fea llegaba a ser la condenada….
¡Maldita sea la hora en que dejé entrar en mi casa a aquella arpía, hija de perra, nieta de mandril y bisnieta de sabandija!
Y para rubricar adecuadamente su desprecio, escupió ostentosamente en el suelo. Luego continuó.
– Pero quizá debiera contaros cómo conocí a la que sería mi cuarta y última esposa.(12)
En este apartado sacado de “El marabut y el shaitan”, el narrador subraya las curiosas obsesiones de los personajes musulmanes del cuento por la brujería, obsesiones fomentadas por la arraigada creencia en la metamorfosis. La bruja puede adoptar la forma (generalmente se transforma en animal) que le dé la gana para fines maléficos.
Como queda dicho con anterioridad, “El marabut y el shaitan” es un cuento dividido entre dos espacios bien diferenciados. Nos referimos al hogar familiar del marabut, es decir, el espacio en el que vivía con sus cuatro esposas y su suegra, la madre de la última mujer, considerada como la bruja en el relato y otro espacio que no precisa pero que aparece como el lugar en donde se narran los acontecimientos que le acaecieron en un pasado lejana y que explican de alguna manera su destierro. Nos interesa más este mundo íntimo, introspectivo y subjetivo de los recuerdos del personaje del marabut en nuestro estudio, por ser el marco literario en el que mejor se representan ciertas creencias tradicionales que distan mucho de las recomendaciones dadas por las religiones monoteístas:
Yo sabía que mi verdadero enemigo era mi suegra, ¡Carroña que rechazaría un buitre hambriento! Y que si a ella le doblegaba, la paz volvería a mi casa. Así pues, concentré todos mis poderes en protegerme de sus malas artes. Empecé confeccionando toda suerte de gris –gris, en los que aparte de otros componentes de los que no voy a hablar, empleé elementos tan efectivos como dientes de cocodrilo, escamas de serpiente o hígado de mono viejo, a fin de librarme de todo posible conjuro.(13)
En la cita que acabamos de apuntar encontramos un conjunto de rituales que se oponen tajantemente a los que remiten a la tradición islámica. Es fundamental recordar que se nos revela en dicho cuento el fuerte afincamiento que la hechicería tiene entre los neófitos africanos. La religión musulmana experimenta pues en dicho cuento de África, cuéntame….una verdadera transformación. No sólo se ve parodiada sino que también viene mezclada con tradiciones típicas africanas, las cuales confirman una vez más el grado de sincretismo que aparece puesto de realce en la cuentística de Joaquín Buxó Montesinos.
CONCLUSIÓN
Llegados al final de nuestro estudio de la colección de cuentos de Joaquín Buxó Montesinos, convendría quizás proceder ahora a la síntesis de todo lo que en páginas anteriores hemos venido subrayando.
La misteriosa utilización de los elementos de la naturaleza por determinados africanos para recalcar aquello que escapa a las posibilidades visuales del ser humano es uno de los aspectos que el escritor valenciano plasma en África, cuéntame… En efecto, según la cosmovisión ancestral negra, existen seres invisibles que rigen el destino de los hombres. El hechicerismo, fenómeno muy recurrente en África y perfectamente recreado en los cuentos de Montesinos, aparece como una verdadera ilustración de la mezcla de prácticas animistas y de elementos típicamente monoteístas en sus relatos.
Cabe subrayar asimismo que a pesar a la insistente alusión a las religiones modernas, casi en la mayoría de los cuentos montesinianos asistimos a una presencia recurrente de prácticas ancestrales, las cuales ponen de manifiesto no sólo el fenómeno sincretista vigente en muchos ámbitos africanos sino que permiten destacar realidades seculares presentes en la vida cotidiana de los africanos y que contradicen irremediablemente los preceptos establecidos por el Islam y por el Cristianismo.
La pregunta que nos toca formular ahora es la siguiente: ¿Por qué este interés montesiniano por un África en la que late el corazón arcaico de las viejas costumbres?
En nuestra opinión, el continente negro de las antiguas creencias ancestrales, recreado en la cuentística del escritor español Joaquín Buxó Montesinos, no refleja más que una pequeña parte de los rasgos característicos de la religiosidad africana. Son innumerables las manifestaciones religiosas que sufren una tremenda omisión en África, cuéntame….
Sería, pues, interesante ir más allá de las cosas procediendo a un estudio más pormenorizado y detallado de esta temático sumergiéndonos tanto en la literatura occidental escrita sobre África como en los libros escritos por los mismos africanos.
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NOTAS
(1) BUXÓ MONTESINOS, J. África, cuéntame… Barcelona: Editorial Juventud, 1992.
(2) El diccionario Espasa. Religiones y Creencias. Madrid: Espasa, 2001, p. 938.
(3) Ibidem, pp. 165-166.
(4) Ibidem, pp. 105-106.
(5) Ibidem, pp. 93.
(6) Ibidem, p. 94.
(7) Ibidem, p. 95.
(8) Ibidem, pp. 105-106.
(9) Ibidem, p. 93.
(10) Ibidem, p. 94.
(11) Ibidem, p. 95.
(12) Ibidem.
(13) Ibidem, p. 96.