Cuatro meses y un día es el subtítulo del nuevo poemario que llega como una frase que apunta a un ámbito de condena y cárcel. ¿Quién es el condenado? El título, Cuaderno del orate, responderá: el condenado es un orate, esto es, alguien que ha perdido el juicio y que, en este poemario, escribe en un cuaderno las visiones de cada día. El almanaque nos ayuda a saber que se comenzó a escribir un primer día de un mes de julio y que fue clausurado un uno de octubre. Así que las páginas comienzan despidiendo la primavera, registran todo el verano y se ve cómo reciben el otoño. Cada uno de los 123 días fue marcado con la raya que los prisioneros se encargan de registrar en alguna parte de su celda. Se va viendo el peso de los días que se acumulan con la esperanza de imprimir la muesca final que notificará el final de la condena. Y todo el conjunto será la expresión de unos trozos de vida que muestran un alma almacenada y que se expone desde una conciencia siente cómo se malvive en el destierro.

Destierro y condena cuyo origen y causa es la sinrazón de una mente que, gracias a ello, será la autora de un cuaderno poético. Recordemos una breve frase de Platón en el Ión: “No se puede hacer poesía si antes no se está endiosado y no tenga ya lugar en él la inteligencia”. La carencia de razón es la razón de esta creación poética, pero, además, también es la razón de haberse situado en un plano extrahumano, diríamos mejor aquí: en un plano inhumano.

cuadernos cecilia

Cecilia Domínguez, puede decirse, no se halla endiosada, pero sí que se encuentra en una situación fuera de lo humano. Ha ido hacia las zonas caóticas de la inconsciencia y de la irracionalidad, de ahí que ya, desde el primer poema, emita no una voz, sino un grito que se vuelve aullido. Ese yo ya tiene raíces en lo profundo: es una imagen invertida; un descenso a lo animal, a lo inhumano que todavía habita en el ser humano.

¿Cuál es el punto de partida? Como en poemarios anteriores, nuevamente, se parte de la ausencia y de la soledad; en este caso, intensificado por el aislamiento de una vida condenada. El espacio poético se abastece de elementos de la naturaleza que serán los espejos del ánimo en donde se reflejen los miedos y las esperanzas de la poeta.

¿Por qué esta condena? ¿Cuál es la causa o el origen? Al orate se le ha desterrado a una torre que se erige en el núcleo organizador de los diversos fenómenos que por allí transcurren. Es un espacio de exclusión, secreto y aislado. Una construcción alejada del mundo habitual de donde procede. Si el motivo de la condena es haber perdido la razón, el proceso del poemario perfilará los momentos y situaciones en los que el orate busca ganar la razón perdida. Así que el poemario ofrecerá un punto de partida en el que el lugar del encierro se perfila como un espacio de paso, sujeto a un rito de paso, con las consiguientes acciones que simbolizan y encaminan la transición del orate de un estado indeseable a otra realidad más prometedora. El orate no pertenece a ninguna tierra ni vive con ninguna gente; se ha desposeído de sí mismo y tendré que reencontrarse.

Comienza en la torre de un castillo, un reducto en donde se ha emplazado el yo; un yo que se manifiesta como un animal que no puede ser domado por fuerza alguna. Un yo roto y escindido, divido en dos: cuerpo/espíritu; racionalidad e irracionalidad; ser humano o animal; Yo / Tú.

Y se pone de manifiesto que ha sido encerrado en ese mundo con un propósito: dar con el camino hacia la conciencia en medio de un tumulto de formas enemigas y amenazadoras. En medio y en contra las horrendas formas, se va en busca de la autoconciencia.

El orate tendrá que ir colonizando ese territorio nuevo, descubriéndolo y tomándolo, haciéndolo nuevamente suyo, detalle a detalle, y en un viaje que, partiendo de un duro ascetismo, no desdeña los signos que se encuentran en la senda de la poesía mística. El yo tiene que actuar, moverse mental o espiritualmente, ponerse en camino, marchar y dejar atrás la noche oscura del alma.

El sujeto poético se halla arrinconado en un mundo. Un mundo real pero extraño, impenetrable y alterado por la imaginación y la irracionalidad. Es así como se entra en el ámbito del surrealismo. Porque este libro se abre a espacios surreales que, no lo olvidemos, tiene como objetivo la transformación del sujeto creador. El camino surrealista transforma la visión de las cosas al tiempo que enriquece a quien así va alzando y erigiendo mundos.

[Cecilia Domínguez Luis: Cuaderno del Orate (cuatro meses y un día), Ediciones La Palma, 2014]

Doctor en Filología Española y escritor