Engigantecidos ficámos foi quando o nosso patrício Eusébio fintou o universo até penetrar nos relvados no Campeonato Mundial. Wembley e Maracanã passaram a estadiozitos no bairro da nossa infância. O nosso pé sonhava em chuteiras e cada chuto disputava cabeçalhos de jornais. De noite nos desenhávamos em figura dos livrinhos de cromos.
Nesse tempo, a mais mundial das guerras era a que opunha o meu bairro aos restantes bairros da Beira. No centro desse conflito estava o campeonato de futebol em que assanhávamos soco e batota. Ali estava a nossa honra, partíamos de casa como fazem os guerreiros ao despedirem-se das famílias.
(Mia Couto)

Eusebio, Eusébio da Silva Ferreira, fue el primero. Y en los barrios de las populosas ciudades africanas, en improvisadas canchas de piedras y polvo, y hasta en las más recónditas aldeas, esas que jamás aparecieron en los mapas, los niños soñaron con los pies llegar a ser como La Perla Negra, La Pantera Negra, La Pantera de Mozambique -aunque, cuando nació esta leyenda del “fútbol portugués”, este país era solo la Província Ultramarina de Moçambique (Díaz Gutíerrez)-. Y hoy, Drogba, Etoó, Yaya Touré, George Weah, Michael Essien, Frederic Kanoute… lucen en el pecho los escudos de los equipos europeos más prestigiosos; algunos, incluso, las camisetas de las selecciones nacionales de sus antiguas metrópolis.

De este sueño compartido por miles de niños se ha hecho eco el arte africano y, por supuesto, su literatura, en plumas reconocidas como Wilfred N´Sondé, Mia Couto, Ananda Devi, Abdurahman Waberi… (Valcárcel). También las letras (ya más que emergentes) de Guinea Ecuatorial, expresión del África más negra en español. Es el caso de El Caimán de Kaduna (2012), segunda novela del escritor Francisco Zamora Loboch[1] (Santa Isabel –hoy Malabo-, 1948), quien reside, desde hace muchísimos años, en España debido a –resumiendo- el asalto a los derechos humanos que sufre su país desde hace ya demasiadas décadas (para más información, preguntar a las petroleras estadounidenses).

francisco zamora loboc-

En El Caimán de Kaduna asistimos, narrada por el propio protagonista, al medio tiempo de la vida de un chico que salió de África (no sabemos de dónde exactamente, solo que es del Golfo, así como tampoco su nombre) con el sueño de convertirse en un gran portero en Europa. Desde una cárcel madrileña, su “descanso” reglamentario, nos cuenta la historia de su sueño roto, pero que pronto descubre es un fracaso compartido por la inmensa mayoría de los chicos que se lanzaron, como él, a la misma “aventura”. Y nos narra también la historia de Iker Casillas, para él, el mejor portero del mundo, a quien admira profundamente y quiere remedar, y de quien, incluso, toma su apodo (el que ganara en el Campeonato Mundial Sub-20 de Nigeria en 1999):

Eso sí, en la pared, junto al póster de Naomi Campbell, tengo pegado otro de Iker, y desde que empecé a jugar de guardameta siempre he querido parecerme en cuerpo y alma al mejor portero del mundo. (Zamora Loboch, p.7)

A través de sus poco más de 200 páginas, divididas en 27 capítulos sin numerar, por medio de un lenguaje fresco y directo, recorremos los diferentes espacios de la cárcel: la cancha, donde nuestro protagonista sigue ejerciendo de cancerbero en un especial equipo de pillos, mas sujeto a algunas estrictas reglas, como las que “prohibían expresamente la presencia en el grupo a violadores, asesinos o maltratadores, por mucho que supieran manejar la pelota.” (p.14); la celda, cuyo silencio invita a la reflexión y a mirar hacia el pasado; el comedor, en el que asistimos a un asesinato en medio de una pelea simulada; los pasillos, escenario de interminables tertulias de fútbol:

Los lunes, sobre todo los posteriores a cualquier clásico, resultaban días de feria donde las tribus de leones, culés, colchoneros y merengues fustigaban a sus rivales con gran saña en forma de lances, puyazos, anécdotas y chascarrillos que iban y venían, sobre una atmósfera virtual, de Lezama a Concha Espina, y del Vicente Calderón al Nou Camp, por boca de leales portavoces curtidos en la Capilla, los Béticos, o los Polacos. (Zamora Loboch, p.75)

Y conocemos a quienes son sus amigos y compañeros de prisión: Amadeo, con quien comparte celda; Felipe Neri, compañero del taller de lectura y escritura que sueña con llegar a ser periodista; Mohamed, traficante marroquí de hachís, fanfarrón y bronquista; Chon, compañero en la cancha y atracador; Hachahache (en homenaje a Helenio Herrera), el entrenador colombiano del equipo de la cárcel, con su peculiares teorías del estilo de juego carcelario:

A saber: las dos primeras hostias serán siempre nuestras. Si nos mientan a la hermana, nos cagamos en la puta de su madre. Contra el más flojo de ellos, el más cabrón de los nuestros. Al rival, ni agua: cicuta. El árbitro es un hijo de la grandísima puta excepto cuando pita un par de penaltis a nuestro favor. Si somos mejores que ellos, cañitos, regodeo y choteo. Si somos peores, bronca, gargajos y patadas hasta en el carné de identidad. El balompié es cosa de hombres, jamás de nenazas. Que pase el balón, pero nunca el adversario. Y, por último, al rival lesionado hay que rematarlo. (Zamora Loboch, p.13)

De todas estas relaciones se derivará el tratamiento de otros temas, por ejemplo, el racismo. Durante los partidos, el Caimán tendrá que soportar los improperios de un skin, quien, sentado tras su portería, se pone a imitar a un simio, por lo que se llevará un cabezazo que hará ganar a nuestro protagonista el respeto del resto de presos. Este tema también es abordado a través de la curiosa teoría de Mohamed, hincha incondicional, al tiempo, del Atleti de Madrid y del Atlhetic de Bilbao, sobre el racismo del Real Madrid, que no deja triunfar a ningún jugador “de color”:

Para Mohamed, Alá había teñido el mundo de dos colores: el blanco y el negro, y no había lugar para medias tintas. Futbolistas negros como Luiz Pereira o Miguel Jones solo podían triunfar en el Atleti. En el club blanco se hubieran malogrado como ocurriría con Didí, Cunningham, Eto’o, Geremi, Edwin Congo, Mutiu, los niños Zeferino y Tinaya y un largo etcétera de jugadores negros que no acabaron de cuajar en el Madrid. (Zamora Loboch, p.167)

La explotación de los presos en las cárceles será otro tema que aparece. El narrador recibirá el curioso encargo de redactar la vida de Iker Casillas, propuesta que le hace Eliseo Ribas, quien dirige “La Fábrica Blanca”, un ejército de reclusos que hace de negros para escritores de fuera. El narrador es el candidato perfecto, dada su cercanía vital con el tema, y este trabajo, más que para ganar dinero, pues los beneficios son realmente ridículos, le ayudará a no volverse loco, a escapar del tedio, de la monotonía, de la depresión mediante la escritura. Ribas le recomendará leer El bebedor de vino de palma, del escritor nigeriano Amos Tutuola, al haber confesado nuestro protagonista que no se sentía muy ducho para la tarea y que solo había leído cómics y periódicos deportivos, lo que curiosamente coincide con las lecturas de infancia y las preferencias sobre literatura africana de Zamora Loboch, junto a las novelitas del Oeste, tal como cuenta a Mbaré Ngom en una entrevista que forma parte de Diálogos con Guinea:

Las novelas del Oeste baratas han ejercido más influencia en mí que ningún autor consagrado. No es ninguna broma. De crío, que es cuando se forma uno, no hacía más que leer a autores tan desconocidos como Silver Kane, Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger, Burton Haren o Fidel Prado. También las historietas del Capitán Trueno, El jabato, Purk, el hombre de piedra, El llanero solitario, El cine o Mortadelo y Filemón. (Ngom Faye, p.110)

Con Kokú y Ngalo, con quienes habla en pichinglis, esa lengua bastarda africana, nuestro personaje se siente más cerca de su continente de origen. Kokú, mitad camerunés, mitad nigeriano, está encarcelado por proxenitismo y trata de mujeres pobres africanas, además de por blanqueo de dinero, clonación de tarjetas y tráfico de drogas. Ngalo, angolés, fue niño soldado y los horrores que vivió le asaltan al anochecer en forma de pesadillas:

…de noche le visitaban en la celda los fantasmas de las mujeres que había violado y asesinado, o de las aldeas que arrasó, los genitales que sajó a machete y los senos que marcó a golpes de bayoneta cuando era un niño soldado enrolado en las filas de la Unita de Jonas Savimbi en Angola. (Zamora Loboch, pp.19-20)

Pero, tal vez, su gran amigo allí es Fifirichi, con quien se siente identificado especialmente por compartir un mismo sueño estrellado: uno a la entrada y otro a la salida, pues a Fifi, a los 17 años, le dieron la patada en las categorías inferiores del Real Madrid. Él fue compañero del Iker niño, por lo que puede darle mucha información al improvisado biógrafo:

En la vieja Ciudad Deportiva Fifirichi había mamado madridismo desde crío, pero salió por la puerta falsa, como tantos otros, aunque a él le fue peor. Muchas veces, cuando recordaba aquella época, que según él había sido la mejor de su vida, la melancolía en forma de tic se contraía y se desplegaba sobre sus incisivos de conejo, siguiendo órdenes irrevocables del labio superior. (Zamora Loboch, p.43)

Cubierta -El caimán de Kaduna - F. Zamora Loboch - 2709 booksEl sueño para nuestro protagonista no tuvo ni inicio: tras recibir una oferta de la agencia General Sports, con sede en Madrid, y que se haría cargo de todo (avión, pasaporte, visa…), llega a la capital de España, donde empieza a entrenar al tiempo que a deslumbrar a los técnicos que lo ven. Pero pasa el tiempo, no llega el gran contrato esperado, los papeles están a punto de caducar y Akawan Udo, su representante, le dice que hay que echar mano del plan B: una boda por conveniencia con una guineana bubi. Poco más tarde, y con ayuda de su novia española, Alba, azafata del estadio Santiago Bernabéu, le tienden la gran trampa, la que le lleva al trullo: ser usado como mula de droga sin su consentimiento:

Pero, mientras, enamorado y zumbón, bailaba y me divertía al son de ritmos y melodías de ida y vuelta, del Caribe hacia África y de África al Caribe, otros mantenían largas reuniones con sospechosos sujetos de gafas y guayabera y urdían a mis espaldas aquel plan donde se pactaron los porcentajes, los puntos de venta, la pureza del material, su valor una vez convenientemente cortada y mezclada, el total de la transacción, los destinatarios, el transporte, las maletas adecuadas, el doble fondo, el envoltorio, pero sobre todo el pringao, el mulero accidental encargado de trasladar la mercancía desde Barranquilla hasta el aeropuerto de Madrid, donde aterricé feliz y silbando «se va el caimán, se va el caimán» hasta que un guardia civil alto y con bigote me ordenó abrir el equipaje para hurgar a conciencia en el fondo de mi maleta y tropezar con dos kilos y medio de cocaína pura primorosamente empaquetados y camuflados entre mis calzoncillos. (Zamora Loboch, p.151)

El tema de la escritura en sí también aparece y la batalla del protagonista por aplicar el estilo del recomendado Tutuola a la narración de la vida de un portero, aunque fuese el mejor del mundo, comprendiendo, tras esta lectura, que debía ser, ante todo, humilde, como los narradores orales, pero con el coraje de pasar a papel lo que una vez escucharon:

Iba a resultar difícil, pero se podría lograr rompiendo folios y folios como el cadete que destroza balones contra la pared hasta encontrar el toque exacto para hacer que el cuero agarre el efecto deseado en su vuelo hacia la portería. (Zamora Loboch, p.173)

Y, por supuesto, la historia del Club Blanco, con sus mitos, presidentes, con sus distintas filosofías, triunfos, derrotas… traída especialmente durante las tertulias futboleras de pasillos:

—No sé qué dirán las tales hemerotecas, pero mi memoria, que hasta ahora no me ha fallado nunca, me dice que cuando ganamos la primera Copa de Europa, lo hicimos solo con dos extranjeros, Di Stéfano y Rial. (Zamora Loboch, p.191)

También viajamos a África, en especial en los capítulos donde se nos narra cómo Iker llega a obtener su apodo africano, tras pararle un penalti a Ghana que permite a la selección española pasar a semifinales y, posteriormente, llegar a ganar el Campeonato Sub-20 de Nigeria en 1999. En ellos, contamos con parte de los diarios del arquero para el diario deportivo As, con sus impresiones del viaje y del torneo:

Por fin —dejó escrito el guardameta— salimos de la monotonía. Ayer el día iba muy normal hasta después de la comida. Por la mañana habíamos visto una película. Sin embargo, cuando estábamos intentando dormir la siesta, escuchamos disparos en la calle.

David Aganzo, mi compañero de habitación, y yo salimos al balcón y vimos la que habían montado los nigerianos. Cortaron el tráfico, hicieron barricadas y todo por un problema de entradas. Está claro que no es un país seguro, pero por fin vimos algo que se salió de la monotonía. Una vez que la policía los dispersó a tiros, ya todo volvió a ser como antes. (Zamora Loboch, p.94)

Estos capítulos se ven traspasados, además, por el tema de la magia y la brujería, pues el portero es visto en sueños de un monarca, el Oba de Ife, que revelan que un doble blanco será coronado cuatro veces:

Su majestad, en sus sueños, vio a un mozalbete dos veces blanco. Eso solo puede significar una cosa: que el chico es blanco y que juega en un equipo que va vestido de blanco, o sea, el Real Madrid. Además, ¿no le parece suficientemente sospechoso que, habiendo tan buenos porteros de diecinueve y veinte años cumplidos, el seleccionador de los españoles se haya decidido a traer a alguien que no pasa de los dieciocho abriles? (Zamora Loboch, p. 87)

Además, el continente negro aparece en los tópicos y en la mirada europea, lo que maneja estupendamente Zamora Loboch, dado su estupendo dominio del lenguaje, conocimiento profundo de la sociedad española y su estilo irónico y cargado de zocarronería:

Por mucho que me esforzase, resultaba completamente inútil explicarle a Fifirichi, una y otra vez, que no toda África era una inmensa selva verde habitada por cerastes, boas, leones y monos, y que yo había nacido y vivido en un barrio de una pequeña capital. No tan grande ni poblado como Manoteras o el barrio del Pilar, pero barrio al fin y al cabo. (Zamora Loboch, p.43)

También en la celebración de la boda de conveniencia, en especial a través de los platos que preparan las mujeres de la familia de la novia (“…fufú de ñame, fufú de malanga, fufú de plátano, banga sup…” (p.140), y en el viaje que junto a Alba, Udo y la novia de éste hacen un fin de semana, el de la trampa que estos le ponen, a Barranquilla, en el Caribe colombiano, que le recuerda constantemente a sus orígenes:

Tropecé con rostros que me eran familiares aunque fuera incapaz de ponerles nombres, como siempre me ocurría cuando faltaba algún tiempo de mi barrio. Sonreí a una vendedora de mamey y chirimoyas, pero me ignoró dándome la espalda.

Calle arriba me llegaban nítidos los compases del ñankue, mientras calle abajo la gente movía las caderas al ritmo de una maringa, aunque aquellos alegres bailarines se empeñaran en llamar cumbia a aquella danza. (Zamora Loboch, p.150)

Pero, sobre todo, nos trasladamos a África a través del recuerdo, cuando el Caimán de Kaduna rememora su infancia, a su familia -compuesta por su madre, vendedora de cualquier cosa en un mercado, sus dos hermanas y un padre ausente-, cómo empezó a jugar al fútbol, su partida… y la especial relación que matenía con el Primo Opare, más que amigo, consejero, quien detestaba no solo el balompié, sino cualquier deporte, y no entendía esa fiebre de los jóvenes africanos por partir a Europa en busca de fortuna, por lo que mira con recelo su decisión, pero, al final, lo apoya y lo intenta proteger de envidias y brujerías:

A pesar de todo, Primo Opare decidió darme todo su apoyo. A mí no me iba a ocurrir lo que a tantos y tantos desventurados. Yo era un ganador nato. Alguien destinado, quién sabe, si a levantar un par de Copas de Europa. (Zamora Loboch, p.113)

El tema central de la novela, el futbolístico, puede parecer a algunos muy poco literario. Mas, con perdón de los borgianos[2], pero bendecida por otros muchos escritores, como el premio Nobel Albert Camus, quien llegó a afirmar que “Después de muchos años durante los cuales el mundo me ha permitido vivir experiencias variadas, lo que sé acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol” (Carrión, 2006, p.31), creo que este es, simplemente, un subtema del género social en nuestros días. No se trata de narrar las patadas y chutes que da un héroe en un paraje idílico, sino de contar qué dicen los ojos de los niños que sueñan hacer fortuna con un balón, ya sea en “las dunas del Magreb, las cordilleras de los Andes y las nieves de los Cárpatos” (Zamora Loboch, p.125), y correr tras ellos, como ellos tras el esférico, y seguirlos en ese viaje a Europa que se ve frustrado la mayoría de las veces… pues, como reza la cita de Bill Shankly[3] que escoge el autor para abrir la novela, este deporte, en estos lugares, es más que un espectáculo: “El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso.”. O Galeano, en ese clásico que ya es El fútbol a sol y a sombra, quien lo define como “El mejor negocio del planeta”:

Al sur del mundo, éste es el itinerario del jugador con buenas piernas y buena suerte: de su pueblo pasa a una ciudad del interior; de la ciudad del interior pasa a un club chico de la capital del país; en la capital, el club chico no tiene más remedio que venderlo a un club grande; el club grande, asfixiado por las deudas, lo vende a otro club más grande de un país más grande; y finalmente el jugador corona su carrera en Europa. (1995, p.19)

Y este éxodo de jóvenes africanos, como llega a decir Zamora Loboch en boca del Primo Opare, es, simplemente, “la última versión de la trata de negros” (p.108). Según datos del INE, en España, en 2013 había registrados unos 80.000 africanos menores de 25 años, pero solo 29 de ellos jugaban en primera división y 22 en segunda. “La FIFA calcula que por cada jugador que llega a profesional, hay 20 que fracasan.” (Molina).
Pero, gracias a los infinitos dioses africanos, la vida tiene una segunda parte, como el fútbol, y tras el tiempo del “descanso”, nuestro protagonista tiene una segunda oportunidad: podrá rehacer su vida en otro lugar. En un barrio de los suburbios de Durban (Sudáfrica) transmitirá lo que sabe a chicos que como él sueñan con llegar a triunfar como guardametas en Europa. El sueño redondo de otros hijos bastardos de aquel ya lejano Eusebio.

BIBLIOGRAFÍA

CARRIÓN, Fernando. 2006. “El fútbol es ancho y ajeno: Selección de referencias en la literatura y el arte de América Latina y Europa”. Quórum: revista de pensamiento iberoamericano 14: 30-39.

CARRIÓN, Fernando. “Fútbol y literatura”.                                             (http://works.bepress.com/fernando_carrion/424/) [20 mayo 2015 ]

COUTO, Mia. “O fintabolista”.                                                                                   (http://contosdeaula.blogspot.com/2010/11/o-fintabolista.html) [15 mayo 2015]

DÍAZ GUTIÉRREZ, Alberto. “El gran Eusébio”. Cuadernos de Fútbol. Revista oficial de CIHEFE 55 (http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/06/el-gran-eusebio/) [17 mayo 2015]

GALEANO, Eduardo. El fútbol entre sol y sombra y otros escritos. 1995. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

MOLINA, Javier. “Diamantes negros”. El País. (http://elpais.com/elpais/2013/04/19/eps/1366367537_945531.html) [7 mayo 2015]

NGOM FAYE, Mbaré.1996. Diálogos con Guinea. Panorama de la literatura guineoecuatoriana de expresión castellana a través de sus protagonistas. Madrid: Labrys 54 SL.

VALCÁRCEL, Jacobo. “Hijos del balón”. Acción por África. (http://www.guinguinbali.com/accionporafrica/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=10&id=1145) [13 mayo 2015]

ZAMORA LOBOCH, Francisco. El Caimán de Kaduna. 2014. Alicante: 2709 books.

NOTAS

[1] Además es periodista, músico, entrenador de fútbol… Cursó la carrera de Periodismo en Madrid y a lo largo de su andadura profesional ha sido redactor en varios medios impresos como Baleares, Odiel, Pueblo, Mundo Obrero, Diario 16, El Sol, Actual y 20 Minutos. También colaboró durante tres años con Radio Nacional de España. Ha publicado ensayo (Cómo ser negro y no morir en Aravaca, Ediciones B, 1994), poesía (Memoria de laberintos, Sial, 1999 y Desde el viyil y otras crónicas, Sial, 2008) y novela (Conspiración en el green, Sial, 2009).


[2] “Entre los críticos sobresale el caso de Jorge Luis Borges, que tuvo en el fútbol uno de los elementos más importantes para descargar sus fobias y odios, al extremo que le dedicó bastante tiempo para interpretarlo desde su particular punto de vista. Nunca ignoró al fútbol, tanto que decidió organizar una conferencia sobre la inmortalidad en la misma ciudad, en el mismo dia y en la misma hora en que Argentina jugaba la final mundial con Holanda.” (Carrión, s.f.)


[3] William Shankly (1913-1981) ha sido uno de los entrenadores del fútbol británico más respetado.

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