El mar en la literatura canaria: Pleamar de Sabas Martín y Mar odorante de Rafael Arozarena
Visto desde los isleños el mar tiene un aspecto familiar, pertenece a la vida de cada día y es como un elixir potente, su alimento diario en varios sentidos. Desde la perspectiva de sus autores es además, por sus múltiples facetas, un verdadero tesoro que se ofrece a ser rescatado. Modificando las palabras de J. Luis Borges que “hay tantos libros como lectores“ (cito de memoria) se podría decir aquí que hay tantos mares como autores.
Esta pesca literaria en las profundidades del Atlántico es lo que nos atrae aquí, en el Norte. Alemania no dispone de tanta materia marina. Sus aguas no son circundantes; solo tiene contacto con el mar en el Norte. Los mares que tenemos se llaman “Nordsee“ (en lengua popular también “Mordsee“ = Mar asesino) y “Ostsee“, “Mar del Norte“ y “Mar Báltico“ y, en comparación con el Atlántico, son bastante estrechos. En consecuencia hay menos misterios, menos maravillas, con excepción de “El buque fantasma“, o sea: “El holandés errante“, pero eso pertenece al tema de los mitos y es otra cosa. Así es comprensible que a la gente del Norte le interese lo que los autores isleños han descubierto en sus aguas para darnos cuenta que el océano desempeña papeles muy diferentes.
Para no ahogarse en las olas hay que hacer una selección. Los textos presentados aquí los conozco por mis traducciones al alemán. Son textos que de una u otra manera me han llamado la atención, ya sea por el tema (el mar incluye muchos), sea por el arte de narrar, sea por el arte estilística o todo junto. Lo que interesa en este artículo es el rol que juega el Atlántico, no los textos completos como objeto de reseña.
Sabas Martín, Pleamar en el contexto del Atlántico
(Pleamar. 2014, es el último volumen de la trilogía de Sabas Martín; Nacaria. 2009, La heredad. 2010).
Inventario personal:
Lo más llamativo fue para mí, cuando estaba traduciendo la novela, el descubrimiento de un leitmotiv que acompaña las partes narrativas. Se trata de una gran ola transportando un fardo funesto que descarga en las playas de Isla Nacaria, la nueva isla en el archipiélago creada por el autor tinerfeño. Para poder juzgar mejor la importancia de este leitmotiv en el contexto, quiero presentar con pocas palabras a los personajes que figuran en el inventario de la novela y el lugar dónde actúan. Son isleños y extranjeros: un pescador y su mujer a quienes los une un amor excepcional; un médico altruista sobre el que corren ciertos rumores; Manasse, el director de un Gabinete de los Prodigios que contiene todas las maravillas de la isla, su asistente Niobe cuyo nombre habla por sí y el narrador cuyo deber es registrar los objetos del museo, después de la muerte de su director.
Lugares:
El centro donde todos aparecen en persona o indirectamente es un museo situado en Isla Nacaria. Aquí se desarrolla un cosmos canario, sea por las confesiones de Isabel, la mujer del pescador, sea por los objetos coleccionados por el director. Este cosmos es reactivado más tarde por el narrador quien, traduciendo los textos de Manasse, busca la verdad. Pues aquí, bajo el techo del Gabinete de los Prodigios se concentra el espectáculo de la vida. Es una vida canaria, a veces turbulenta, dramática y debordante, a veces animada por una burlería incomparable que – ¡gracias al autor! – nos hace soportar los golpes del destino. ¡Y no olvidar el mar donde todo está vinculado de una u otra manera!
El leitmotiv:
Desde aquí, en medio de un escenario multicolor, vemos cómo irrumpe una cinta negra en la costa de Isla Nacaria y la pleamar continúa arrojando cadáveres náufragos sobre las playas (p.266). Esta escena forma el núcleo del leitmotiv. Va a aparecer en muchas variaciones entre la descripción de las actividades de los personajes mencionados. En este leitmotiv, el océano aparece de una manera especial.
… ya habían empezado a llegar a las playas de Isla Nacaria, amontonándose como camalotes sucios, turbios, opacos, los cadáveres náufragos; aquellos cadáveres de piel de noche negra con las tiras de sebas alrededor como vendas pastosas, como pegajosas y precarias mortajes con las que el mar quería envolver la medida remota de su destino de desgracia. … y el desaforado chirrido de las gaviotas ávidas, cloqueadoras estrepitosas al revuelo, anunciaban su llegada. Algunos de aquellos cadáveres náufragos mantenían los ojos aún abiertos, blanquísimos los globos, desorbitadas las órbitas intentando ver más allá del cielo de la muerte. Y los párpados y las cejas rezumantes del salitre reseco que se entreveraba con la sigilosa sal de las últimas lágrimas, ya para siempre confundidas desde la profundidad del silencio con el yodo de las aguas. … Cuando los cadáveres náufragos aparecieron, ya no a lo largo de la extensión de las playas de Isla Nacaria, sino en el mismo Puerto de Cruzsanta, la capital, no hubo sorpresa ni asombro, sino un antiguo y cansino acostumbramiento a la permanente oscuridad de los muertos (p.10/11).
Parecen dos mundos separados: fuera, las olas que descargan sus fardos extraños en los bordes de la isla; dentro, el museo en que se desarrolla la vida, narrada sí (Isabel le cuenta su vida a Manasse), pero de manera que se olvidan los muros del museo y el lector se cree en el centro de las actividades mismas, en la Recova, en la Lonja, en San Andrés, en Cruzsanta.
Sea la “modorra“ mencionado por Unamuno en Por tierras de Portugal y de España u otra cosa que esté en el origen de esta indiferencia – sólo la ambulancia se lleva a los muertos para que los turistas no se asusten y las bonitas playas se queden limpias.
Aunque a primera vista, y a los ojos del narrador, el mar es culpable – abusa de la confianza de los que sólo querían desembocar en una existencia segura y no en la muerte –, no se le puede hacer reproches. Sólo sigue impulsos innatos. Sus olas transportarían lo que sea. Hay que buscar la culpa en otro lugar, allí donde podrían darles, a los refugiados huyendo de África, la dignidad de su existencia (244), pero cierran los ojos delante de la miseria. Es una llamada que debería alcanzar el mundo entero. El mar ha adoptado un papel sociopolítico.
El Atlántico en las reflexiones del narrador:
El buceo de Sabas Martín en las profundidades del Atlántico canario le hace descubrir un cargo que pesa y no son sólo los náufragos:
Yo, que soy isleño de cepa y raíz, de historia y legado, lo sé. El nuestro es
un mar que no satisface ni compensa. … Hay que afrontarlo, desbravarlo,
domeñarlo. … Es poderoso y terrible. (241/239)
A veces, le gusta vestirse de una máscara que tiene el aspecto dulce, manso, acariciable, hermoso. Pero no es más que una máscara, una mentira porque esconde su verdadero rostro (239/240). Es un mar, en suma para la huida, para el escape, para alejarse (241/242).
Una simbólica asociación:
Siguiendo las averiguaciones en el mar de Nacaria el narrador ve paralelos entre las cualidades del mar y las del pescador Melchor cuyo atributo masculino dispone de una medida excepcional. Melchor e Isabel son felices, pero su pene no vale porque Melchor es estéril, como también el mar, cuando se piensa en la falta de peces y el cargo funesto de sus olas. No es difícil ver el paralelismo entre mar y pescador. Lo desmesurado se refiere también a otros aspectos de su persona, se refleja, por ejemplo, en la intensidad de su vida afectiva:
La fuerza del mar es la de Melchor. Suya la desmesura, lo inabarcable, lo excesivo. Mutuamente implicándose en idéntico vigoroso poderío (241).
Debido a su estado polifacético el mar sirve para muchas asociaciones,
comparaciones y metáforas.
Aspectos actuales y tradicionales:
La atmósfera amenazadora ocupa mucho lugar en la novela y deja al lector delante de la catástrofe inminente. El leitmotiv nos acompaña hasta el final. Imposible ser ciego ante la imagen de los náufragos, imposible no comprender el carácter llamativo. El mar está incluído en un contexto sociopolítico. Bajo este aspecto Pleamar es una novela muy actual y no parece escrita en la famosa torre de marfil, aunque contiene no pocas reflexiones teóricas: sobre el arte de escribir, sobre las relaciones entre sueño y realidad y sobre la verdad de lo escrito.
Es también una novela del pasado, un pasado que no debe ser olvidado. Por eso algunos aspectos que se refieren al ambiente marino fuera de las facetas alarmantes del leitmotiv. A veces son escenas que hacen olvidar la miseria antes descrita. Pienso en los juegos coquetos en la playa de Melchor y de Isabel o a las delicias del amor de los que disfruta la joven pareja en su barco, un regalo de boda de los padres. Pero la felicidad no dura. El mar desvela su carácter verdadero: las primeras maderas de un naufragio chocan contra su barco y estamos de vuelta en un ambiente que ya conocemos. Hay otros espectáculos dramáticos, cuando Melchor lucha con un tiburón o escenas que se refieren a la disminución de la pesca: el mar niega los peces a los pescadores. Para completar el escenario marino hay que mencionar la Lonja y el hotel Miramar con su ambiente típico.
En suma, se puede decir que en la mayoría de los casos este océano lleva rasgos que asustan, sea por su fuerza desenfrenada, sea por su carácter aislante, sea por su nuevo papel de transportar a la muerte (la huida por el Atlántico es más intensa que en otras épocas). De todos modos hay que mencionar los escenarios típicos, el colorido local en el ambiente marino que existe aunque se vean sombras oscuras. – Hay pocas ocasiones cuando el mar se acerca al modelo perfecto que atrae a turistas e isleños – un mar espléndido y luminoso –, pero de pronto el narrador destruye esta imágen pacífica suponiendo que se trata de una dulce mentira“ (245).
Pleamar en Alemania
Ya sé de antemano que la novela cuando aparezca en Alemania tendrá sus aficionados: lectores interesados, de manera general, por las múltiples facetas de este Atlántico desconocido y presentado en la lengua artística de Sabas Martín. También, considerado de manera detallada, interesará por las escenas de la vida canaria que deben de ser ancladas en la memoria para nunca ser olvidadas; y no callar finalmente el drama de los náufragos, un aspecto sociopolítico que aquí, en Alemania, es desconocido con referencia a las islas. Después de la lectura se verá – y se irá – más allá de la playa.
Tal vez se plantea al final una pregunta con referencia al futuro de Isla Nacaria. Se encuentra en una región de vulcanismo activo… En Alemania ya están
esperando las consecuencias.
Rafael Arozarena, Mar odorante
La riqueza del repertorio atlántico se manifiesta sobre todo en la confrontación de autores. Los contrastes pueden ser grandes.
La poca extensión del texto de Rafael Arozarena permite que se presente aquí el texto completo:
Mar odorante
Mar odorante siempre
Mareador sin reposo.
Desde este asiento mío
al amor del continuo rescoldo de la piedra,
río te sueño, mar,
agua tersa de espejo
como caballo al paso.
Río te sueño, dócil
puro sereno azogue
donde poder mirarme.
En ti vivir quisiera, más que en la tierra dura,
más que en la carne mía.
(¡Qué descansada vida,
qué descansada muerte
siendo reflejo sólo!)
Más tú galopas, saltas,
me quiebras la figura
del sueño que más cuido,
y un día y otro día
huyendo entre mis dedos
te hundes en el claro
celesto portalón
(Como siempre, el poeta
se ha quedado mirando
el mar, la mar si queréis
a través de los hierros
dorados de los cardos).
El poeta no necesita palabras introductorias para entrar en contacto con su interlocutor, el mar. Parece conocerle desde hace mucho porque se sirve de vocablos que expresan cierta duración: siempre y sin reposo. Habla como a un buen amigo. Es un discurso directo en que le trata de tú. Las palabras tienen una connotación positiva, agradable en la percepción del lector: mar odorante siempre. Estoy segura de que éste, el lector, respirará profundamente la próxima vez que dé un paseo por la playa para verificar si el poeta tiene razón. Tal vez valga sólo para extranjeros, los isleños no deben examinar lo dicho. Lo saben, ¡y punto!
También el mareador sin reposo evoca asociaciones gratas: ir por el mar sin cansar, una idea agradable pensando en las aguas templadas comparadas por ejemplo con el Mar del Norte.
El observador precisa su monólogo ante el mar – ¿o es un diálogo porque el mar contesta con su presencia? – y empieza a contarle su sueño, el sueño de una existencia mejor, dentro de él. Las imágenes asociadas son río y espejo, todos los adjetivos expresan tranquilidad y claridad. El deseo del poeta es acercarse más, entrar por medio de su espejismo en sus aguas dónde vivir sería mejor, mejor que en la tierra dura o en su propio cuerpo. El poeta debe quererle mucho jugando con la idea de abandonar su propia carne. Quien podía acompañar un día al poeta en un paseo junto al mar comprende lo que quería decir.
La atmósfera está marcada por el descanso. La palabra aparece varias veces, expressis verbis en la forma atributiva del verbo (=descansada) relacionada con vida y muerte. Además el descanso y la armonía se manifiestan directamente en la descripción del lugar desde donde el poeta mira y sueña: en su asiento, una piedra cómoda y a través de los hierros dorados de los cardos. Todo está en armonía con sus alrededores, tanto el mar como el poeta. Ni un grano de amenaza de ninguna parte, sino un equilibrio perfecto.
El poeta es suficientemente realista para saber que su sueño no puede durar. Me acuerdo de una sentencia que dice que Rafael Arozarena es un poeta a quien la poesía le presta sus alas, pero quien no obstante se queda con los pies en el suelo, pues acepta la realidad de su entorno a cuyo carácter no pertenece sólo a un estado equilibrado sino también a la acción, al movimiento. Se sirve de un vocabulario que sugiere escenas alegres de circo: tú galopas, saltas y más arriba habla de un caballo. No cabe duda que las olas se agitan con alegría. Su huida parece ser permitida, el poeta no quiere retenerlas. Se siente tan a gusto que comenta su propia actividad poética distanciándose un poco de la intimidad de antes, dejando el yo del hablador y hablando como autor sobre este tipo de poeta que dispone, seguramente, de una fina sonrisa.
No es difícil ver la diferencia entre los dos conceptos o, hablando desde la perspectiva del mar, ver la diferencia de presentarse, de desvelar su cara. Esto no significa que no haya excepciones. Pero la tendencia general parece corresponder con los ejemplos de arriba. La poesía de Rafael Arozarena trata de un mar con cualidades de carácter balsámico. En la novela de Sabas Martín es salvaje y furioso, tal vez una cualidad necesaria para ser entendido. ¡Y tiene mucho que decir!
Bibliografía
Sabas Martin, Pleamar. Ediciones IDEA. Sta Cruz de Tenerife 2012 // Traducción alemana: Flut. konkursbuch Verlag Claudia Gehrke. Tübingen 2014
Sabas Martín, Nacaria. Ediciones de Baile del Sol. Tenerife 2003 // Traducción alemana: Nacaria. konkursbuch Verlag Claudia Gehrke. Tübingen 2009
Sabas Martín, La heredad. Ediciones IDEA. Sta Cruz de Tenerife 2006 // Trad. alemana: Die Schritte kommen näher. konkursbuch Verlag Claudia Gehrke. Tübingen 2010
Rafael Arozarena, Mar odorante. en: R.A., Poesía completa. Edición KA. Tenerife 2004 // Caprichos de mar – Meereslaunen. Edición bilingüe konkursbuch Verlag Claudia Gehrke. Tübingen 2011
Miguel de Unamuno, Por tierras de Portugal y de España. Colección Austral, Espasa Calpe. Madrid 1976 // Traducción alemana (extractos) en: Kanarische Inseln. Eine literarische Einladung. Verlag Klaus Wagenbach. Berlin 2010
[Traducciones: Gerta Neuroth, responsable de la composición de los textos en: Caprichos… y en: Eine literarische Einladung]