La última publicación de Feria tuvo lugar en 1941, un año antes de su muerte, con Libro de las figuraciones. Poemas en prosa [viii], compuesto a partir de los años 30, como lo atestigua el hecho de que algunos fueron publicados previamente en 1930 y 1931 en las revistas La Gaceta Literaria y La luna y el pájaro. También escribió Feria otros poemas en prosa no recogidos en libro, como la serie «Cantos marinos», formada por cinco breves poemas, y «Cuaderno de bitácora» [ix], conjunto de textos en prosa de variada temática.
Después de libros como La flor de Californía (1928), de José María Hinojosa, Oscuro dominio (1934), de Juan Larrea, y Pasión de la tierra (1935), de Vicente Aleixandre, además del caso especial de Crimen (1934), y hasta la aparición de la primera edición incompleta de Ocnos (Londres; 1942), el Libro de las figuraciones es el único caso que conocemos de un libro concebido íntegramente como un poemario en prosa. Los treinta y nueve poemas de que se compone se ajustan formalmente al tipo de poema en prosa breve, lo que ha llevado a Nilo Palenzuela (1988) a emparentarlos, junto a los poemas en verso de Stadium, con el haikú japonés. Es detectable este hecho, además de poder observarse en la brevedad y la condensación, en el uso de un verso final, o frase en el caso de la prosa, en que se concentra el sentido poético total de la composición; en palabras de Palenzuela, «la yuxtaposición de lo más abstracto y lo más concreto, de lo más espiritual y lo más real, una síntesis absoluta que reagrupa pensamiento y sensación».
Llama la atención, también dentro del aspecto formal, visible en la prosa de Feria, pero presente en otros surrealistas canarios [x], la presencia de extranjerismos, sobre todo de galicismos, que denotan el influjo preferente de la lengua y literatura francesas en los escritores españoles de la época, aunque también aparecen algunos anglicismos y germanismos: gentleman, carroussel, pailebot, etc. La voz poética predominante es la tercera persona. Sólo en siete poemas −curiosamente los más breves− aparece la primera persona, y en otros cuatro se combinan ambas. En «Psicología de la infancia», el yo lírico coincide con el yo del autor.
En el primer párrafo rememora Feria algunas imágenes de su infancia («Yo he nacido cerca del mar; yo he nacido muy cerca del mar y mi infancia está llena de imágenes de airosos veleros. Y cuando cruzaba el mar alguna nave de vapor, ¡ah!, yo me entristecía por mis airosos veleros, que iban cada día siendo menos.») Sin embargo, este predominio de la tercera persona no implica, como afirma Rodríguez Concepción (1992: 240), «una clara tendencia a la narración, con su estructura lineal de planteamiento-nudo-desenlace y hasta a veces con el recurso del diálogo». Salvo «Presagios marinos» y, quizá, «La hora del hallazgo», en los que se pueden detectar algunos elementos narrativos de cierta consistencia (pero sin llegar a constituir, en ningún caso, un relato estructurado), no creo que quepa hablar de «tendencia a la narración», entre otras razones porque la extensión de los textos difícilmente admitiría el desarrollo de un esquema argumental.
En el plano del contenido este libro se caracteriza por su heterogeneidad. No existe una línea temática unitaria, aunque es posible descubrir algunos motivos recurrentes. Los referentes pictóricos y, en menor medida, musicales, tienen una presencia notoria. Aparecen en «La hora de todos»: «El cuadro pintado en el seno del gavilán»; en «En ningún ángel hay duda»: «Si mi canción es fría…»; en «El buen paso»: «Un caballo negro de largas crines, que pintara Velázquez…»; en «Los mejores recuerdos»: «Mi amigo el pintor, al clausurar su exposición de cuadros, me obsequió con un paisaje»; en «Abrazo de las figuras en desvelo»: «Todos entraron en el salón en donde estaba el piano, (…) se excusó a que se lo clavase entre la tibia y el peroné, cuando lo fue a hacer en el cuadro de Picasso»; en «La hora del hallazgo»: «el bibliotecario le mostró un libro de arte en cuyas láminas se reproduce un ejemplo plástico de las “tres fórmulas de la pintura”»; en «Crítica y análisis del cuadro»: «Dijo: “Veo en tu cuadro, aun cuando digas que tu alma sigue torturada, algo que marca un punto sereno en tu vida”»; y en «Un cuadro naturalísimo». Se hace preciso recordar aquí la estrecha conexión que, desde Aloysius Bertrand, existe entre el poema en prosa y la pintura.
Ramón Feria adopta, tanto en Stadium como en Libro de las figuraciones, una postura bastante comedida ante el surrealismo. No encontramos, con la misma intensidad y fuerza que en Crimen, los elementos más característicos de este movimiento, como son la atracción por la sangre y la muerte, lo escatológico, el humor negro, la mutilación, el erotismo necrofílico, la creación de situaciones angustiosas y paranoicas, etc. En este sentido resultan apropiadas las palabras de Antonio Espina en el prólogo de Stadium, pero también válidas para Libro de las figuraciones: «Stadium viene a la poesía española en un momento de serenidad de corrientes, de liquidación de exageraciones, de “normalización” de formas, de exaltación del matiz». Libro de las figuraciones, dentro de la poesía vanguardista, y más concretamente en la evolución del poema en prosa, apuesta por la ponderación expresiva y temática, dentro de un cierto irracionalismo común a buena parte de la poesía española de la época, un irracionalismo en el que el movimiento surrealista deja sentir su peso.