Titulo este artículo con un verso del poemario El libro de la intemperie, de Juan José Delgado. Quiero servirme de sus propias palabras para expresar mi primera reacción cuando me enviaron a Alemania la triste noticia de su muerte. Fue para mí un choque porque se había roto un puente entre Tenerife y mi país. En el caso de mi vuelta, la isla no sería la misma. Faltaría una voz que explicaba, que daba consejos, que apoyaba con toda clase de intercambio literario.
Le conocí a Juan José en su función de Presidente del Ateneo de La Laguna, en el año 1998. Mi primera traducción de una novela canaria acababa de aparecer en Alemania, Mararía de Rafael Arozarena. Con ocasión de una visita mía en la isla, Rafael me invitó a una conferencia suya con el título “El mar de los poetas”. Después me presentaron a Juan José Delgado, Profesor Titular de Literatura Española de la Universidad de allí; charlamos un rato y al final me prometió su apoyo en mis trabajos literarios con referencia a la literatura canaria. Y era fiel a su promesa. Durante casi veinte años nos encontramos en el hotel Tigaiga para discutir sobre literatura, la última vez en 2016. En esta última vez ya me pareció marcado por algún malestar sin que yo pudiera explicarme el cambio en su apariencia. Y no obstante vino a verme. Esa generosidad, ese altruismo nos impresionaba.
A él le debo el descubrimiento de la cara real de las islas, la isla interior, le debo la entrada en la filosofía de su ser isleño: una fortaleza, un lieu clos con las puertas cerradas ante el exterior o una mansión con las ventanas abiertas hacia el horizonte y con esto un punto de enlace entre los continentes. En Los otros diálogos atlánticos (Juan-Manuel García Ramos (ed.) leí su artículo titulado “Regionalismo. Cosmopolitismo. Atlanticidad”, leí sus estudios sobre “El cuento literario del siglo XX en Canarias” y sobre “… lugares de la modernidad literaria”, para citar unas pocas obras suyas dentro de su gran herencia literaria. Y no olvidar la interpretación de FETASA y su manera de ver el mundo. Sin esta enseñanza digamos discreta – nunca de manera pedante, siempre con gran modestia y naturalidad – jamás yo habría logrado este sonido atlántico-isleño que los lectores dicen que se oye a través de mis traducciones al alemán.
Hay una influencia intensa y recíproca entre la pasión de mis viajes literarios por el Archipiélago y mis viajes reales. Disfruto no tan sólo leyendo, sino también – y aun más – traduciendo los reflejos del alma isleña contribuyendo así a la difusión de una literatura riquísima que revela al lector extranjero el enlace tan especial entre isla y Atlántico.
Sin Juan José Delgado y su confianza en mí no se habría desarrollado este transfer de la cultura canaria hacia el Norte. Aseguro que continuaré actuando en su sentido. Le agradezco sinceramente esta oportunidad.