Decir Josefina de la Torre es decir artista. Aunque se la conoce eminentemente por su obra poética, estamos ante una mujer que profesó distintas artes: además de ser una de las pocas escritoras vinculadas la generación del 27, fue cantante y actriz de cine, teatro y televisión. Su carácter polifacético no se ve reflejado, lamentablemente, en los ojos de la crítica. Estas líneas tienen el objetivo de presentar algunas notas biográficas presentando su actividad en estos distintos sectores artísticos.
1. LA GESTACIÓN DE UNA ARTISTA
Desde niña, Josefina de la Torre vivió inmersa en la cultura y el arte. Nació en 1907 de las Palmas de Gran Canaria en una familia burguesa, los Millares, que dio a luz grandes pensadores, pintores y poetas. Al calor de sus tertulias creció Josefina, que comienza desde muy niña a componer poemas.
Al parecer, es en el seno familiar donde se revela la calidad artística de Josefina y se fundamenta su vocación como cantante y como actriz. Su abuelo Agustín Millares Torres había construido un pequeño teatrillo en su casa de Las Canteras, donde organizaba numerosas zarzuelas y obras teatrales en los que intervenían todos los miembros de la familia. La música tenía también enorme protagonismo, porque muchos familiares tocaban distintos instrumentos y solían dar recitales nocturnos de música clásica. Años más tarde, Josefina y su hermano Claudio toman la batuta creando el Teatro mínimo, que es el nombre con el que se conoce a una serie de representaciones que los hermanos comenzaron a organizar en periodos vacacionales en este teatrillo, y que se inaugura con la representación de la obra de Claudio El Viajero (vid. García de Mesa, 2012: 63-68 y Reverón Afonso, 2007: 160-171).
2. AL OTRO LADO DEL OCÉANO
Cuando su hermano Claudio recibe el premio Nacional de Literatura en 1923 por su novela El señor de vida alegre, Josefina lo acompaña Madrid. En la capital perfecciona su capacidad para el cante en la Academia de Dahmen Chao y da una serie de recitales que fueron muy elogiados por la crítica. Sus dotes como recitadora y excelente cantante le valen también algunas apariciones en la prensa nacional. Hemos de recordar que, además de su aptitud para el canto, Josefina tocaba el piano, el violín y la guitarra. Entre 1926 y 1935 realiza distintas estancias en la capital. Allí, conoce a escritores como Alberti, Lorca, Rivas Cherif o Giménez Caballero. Fruto de esta relación son algunos bellos poemas, como el que Josefina escribe a Lorca o el que Alberti le dedica a ella. La prensa nos muestra sus primeras apariciones públicas: en 1926 recita junto a algunos de los literatos que hemos mencionado, entre los que se encuentra Ramón del Valle-Inclán (La época, Madrid, 1/2/1926). Aunque había publicado ya algunos de sus textos en revistas poéticas de prestigio, como España, Alfar, Verso y prosa, La gaceta literaria y Azor, en las que colaboraba la flor y nata de la generación del 27, será precisamente en 1927 cuando Josefina publique su primera obra literaria. Este libro de poemas, Versos y estampas, fue editado por la revista Litoral y prologado por el gran poeta Pedro Salinas. Su segunda plaquette, titulada Poemas de la isla, aparece en 1930.
Josefina asumió, por tanto, un papel representativo en la renovación poética que supuso el grupo de escritores del 27. Ese grupo no estaba únicamente compuesto por hombres. A pesar de que la historia no ha querido realzar sus figuras, nombres como los de Rosa Chacel, Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Carmen Conde, Maruja Mallo, Margarita Nelken o María Teresa de León forman parte de la historia literaria de la época (vid. Merlo, 2010). Además, los años de juventud de Josefina coinciden con la II República Española (1931-1936), que fue una época de enormes avances para las mujeres: la adopción de medidas como la igualdad jurídica y el derecho al voto de la mujer, el matrimonio civil y el divorcio, buscaban la autonomía de la mujer en la sociedad española. Josefina de la Torre quiso ser una de esas mujeres modernas, tal y como ella misma nos cuenta en la antología de Gerardo Diego (1991: 617): “Juego al tennis. Me encanta conducir mi auto, pero mi deporte predilecto es la natación”. Es curioso que Josefina se presente de esta manera, subrayando aquellas actividades que más caracterizan la independencia de la mujer del nuevo siglo.
3. A LA SOMBRA DE LOS FOCOS: ETAPA CINEMATOGRÁFICA
Gracias también al trabajo de su hermano Claudio de la Torre, Josefina toma contacto con el cine, que en los años treinta se había convertido en una novedosa vía de escape a la creatividad. Cuando su hermano se muda a los estudios franceses de la Paramount, nuestra artista conoce de primera mano la actividad fílmica y empieza a colaborar e introducirse en ella. Después de visitar a Claudio en 1931, es contratada como actriz de doblaje [1]. Su primera intervención es el doblaje del film Miss Fanes baby is stolen (Un secuestro sensacional, 1934), de Alexander Hall, en el que dobla a la actriz Dorothea Wieck. En esta película coincide con Luis Buñuel [2], que pone la voz a uno de los secuestradores del hijo de Miss Fanes.
Josefina de la Torre y Gabriel Llopart, 1954
En 1934, Josefina se establece en Madrid hasta el comienzo de la guerra civil, cuando regresa a Las Palmas junto a su hermano Claudio y su esposa, Mercedes Ballesteros. Una vez ha terminado la Guerra Civil, vuelve a Madrid, renovando su entusiasmo por la interpretación. En 1940 debuta como primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero, con la obra La rabia.
Al año siguiente, retoma también sus relaciones con el cine pero, esta vez, como actriz. Su hermano le concede pequeños papeles en sus películas Primer Amor y La blanca Paloma. En 1942 participa en el film Y tú, ¿de quién eres?, bajo la dirección de Julio de Flechner, y, un año más tarde, vuelve a ponerse bajo la batuta de Claudio en Misterio en la marisma (1943). Aunque nunca consiguió papeles protagonistas, ni siquiera de la mano de su propio hermano, Josefina recabó gran reconocimiento, llegando a ser portada de la revista de cine Primer Plano en 1943 y 1944, y colaborando con artículos como el célebre Aquellos tiempos de Joinville y algunas entrevistas a actores. Su actuación en la película El camino del amor, dirigida por José Mª Castellví (1944), en el que representa un papel de mayor importancia, es alabado por la crítica. Pero sin duda, la cima de su carrera cinematográfica se produce en su colaboración no solo como actriz, sino como guionista, en la película Una herencia en París, dirigida por el mejicano Miguel Pereira. En esta ocasión, Josefina elabora el guion a partir de una novela suya titulada Tú eres él, por el que recibe un accésit en los premios del Sindicato Nacional del Espectáculo. Su última aparición en el cine es en La vida en un hilo de Edgar Neville (1945). Estos intensos cinco años de trabajo cinematográfico, serán los únicos de su vida que dedicará al celuloide. Cuando estaba adquiriendo mayor reconocimiento, Josefina abandona el género y se vuelca hacia el teatro. Como indica subliminarmente en boca de los personajes de su novela Memorias de una estrella, la carencia de papeles protagonistas pese a su evidente talento interpretativo, su dicción excelente y su formación musical, parecen ser la causa.
4. DEL CELULOIDE AL TEATRO NACIONAL: ACTIVIDAD TEATRAL
Durante su etapa cinematográfica, Josefina había ido compaginando teatro y cine. Pero, además del teatro convencional, trabajó en el teatro radiofónico. En 1944 se convirtió en primera actriz del Teatro Invisible de Radio Nacional. Al parecer, le habían ofrecido su dirección, pero ella se la cede a su hermano Claudio (vid. Reverón Afonso, 2007: 231-232). Hasta 1957 desarrolla esta actividad, y luego pasará a formar parte de La Voz de Madrid, en Radio Madrid.
En 1946 funda su propia compañía teatral, la Compañía de Comedias Josefina de la Torre, junto a Ramón Corroto, con la dirección artística de su hermano Claudio de la Torre. También colaboró en otras compañías, hasta 1958, como Teatro de Cámara del teatro Español, Compañía de Teatro Nacional de Cámara y Ensayo (Teatro María Guerrero), Pequeño Teatro Dido y Teatro de Cámara T.O.A.R. Asimismo, en la década de los sesenta Josefina forma parte, entre otras, de las compañías de Amparo Soler Leal, Nuria Esper, María Fernanda D’Ocon y Vicente Parra. En 1968 actúa en la primera versión española de Sonrisas y lágrimas en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Para un estudio más profundo, (vid. Fernández Hernández, “Lazos dialógicos de Claudio y Josefina de la Torre”, en Mederos: 2007).
5. VUELTA DE CLAQUETA: JOSEFINA Y LA TELEVISIÓN
En los años sesenta, Josefina reinicia su contacto con las cámaras y los focos. Como si no fuera suficiente haber sido testigo de la ebullición literaria del primer tercio de siglo, de los inicios del cine y del teatro en el periodo franquista, nuestra artista se reinventa en la historia del espectáculo para participar en la televisión, que se estaba convirtiendo en una industria en alza. En 1966 actúa junto a Rafael Navarro en El cumpleaños, de la célebre serie Historias para no dormir, dirigida por Narciso Ibáñez Serrador. Entre 1969 y 1973, rueda para televisión española los episodios Los verdes campos del Edén (1969), Esperando a Godot (1969) y Ajax (1970), en la serie Teatro de siempre, y otros como David Copperfield (1969), Nora (1970), Un futuro imposible (1970), La condesa de Bureta (1972) y La actriz (1973). Diez años más tarde, cuando Josefina tenía más de setenta años, vuelve a aparecer en la serie de Televisión Española Anillos de oro, dirigida por Pedro Masó, en los capítulos Cuestión de principios, ¿Por qué has tenido que hacerme esto? y Dejad que vuelen los pájaros. En ellos aparece en el papel de una abuela elegante que, pese al tiempo, sigue teniendo una voz timbrada y potente.
6. JOSEFINA DE LA TORRE, LA ESCRITORA
Cuando la crítica habla sobre la poesía de Josefina suele destacar, sobre todo en sus primeros libros de poesía, un acercamiento al neopopularismo de Alberti y Lorca y a la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y Salinas. En efecto, se trata de una poesía sencilla que busca ser sincera y transmitir la mirada de su alma. El intimismo es la contante en toda su obra, la expresión de su ser, la recopilación de recuerdos y sensaciones, impresiones de amor y dibujos de su infancia. Como indica Blanca Hernández Quintana (2001):
La mayor parte de los poemas de Josefina de la Torre está escrita durante su estancia en Madrid, de ahí esa constante nostalgia y melancolía por su isla a la que siempre se ha sentido muy unida, pese a la distancia. Y porque su poesía fluye directamente del corazón, de sus recuerdos, de su infancia anclada en su tierra natal.
Versos y estampas (1927) es una sucesión de escenas de su niñez, en prosa, en las que la playa, el mar y los juegos toman el papel protagonista. Cada estampa viene seguida de un poema en verso. La conjunción de verso y prosa poética trata de difuminar los límites entre géneros y unir lo pictórico a lo escritural. Pese a la juventud y la llaneza de su léxico, sus versos encierran el profundo misterio de una voz madura:
Mis dolores se escondían
en el fondo de mi alma.
Eran tantos, tan pequeños,
que casi no me molestaban.
Los guardaba con amor
en el fondo de mi alma.
En Poemas de la isla (1930) los temas prácticamente no varían, pero se aprecia una depuración lírica y una notable mejoría de estilo. Su estilización se manifiesta en la conjunción entre interior y exterior: se trata de una poesía más intelectualizada, más abstracta, en la que está presente el juego de dibujar realidades sobre el papel, junto a ciertos guiños vanguardistas.
Tu nombre ya me lo han dicho
pero yo no te conozco,
ni te vi nunca la cara
ni sé el color de tus ojos.
Pero tu nombre ¡qué claro
lo voy diciendo en el fondo,
con sus siete letras firmes
de tres sílabas, sonoro!
Enamorada ya estoy
aunque yo no te conozco,
ni te vi nunca la cara,
ni sé el color de tus ojos.
Tu nombre ya me lo han dicho
con siete letras en corro.
Marzo incompleto, publicado en 1968, pero que contiene poemas desde antes de la guerra civil, muestra ya una poesía madura:
Cuando el tiempo
no tenga ya memoria
y todo lo pasado
sólo exista en la luz
de mi recuerdo intacto.
Cuando tu vida ya sea otra
y ese rumbo
del que hoy irás en busca
sea ya tu destino.
Cuando tú y yo,
salvadas las distancias,
la inevitable ausencia
que tu palabra puso a nuestro alcance
volvamos a encontrarnos
frente a frente,
yo buscaré detrás de tu mirada
la imagen de mi imagen,
y todo
lo que ahora he perdido
lo volveré a encontrar.
En Medida del tiempo, el recuerdo vuelve a saltar sobre las líneas: recuerda a sus amigos de la generación, a distintos espacios de su tierra natal (la Plaza de san Bernardo, la Playa de las Canteras, la Semana Santa isleña), a sus hermanos y a su familia. Como notas amargas, se introduce el tema de la muerte y la ausencia de descendencia. Su sencillez constructiva y su intimismo no le abandonan, pero utiliza nuevas formas de construcción, como el soneto. El paso del tiempo y la vejez arriban a su costa, y el tono se va ensombreciendo:
Cuando veo mi imagen reflejada
en la luna impasible del espejo,
siento cómo me duele su reflejo
tan fiel a mi verdad enajenada.
Esta forma que late y se rebela,
un tiempo fue de amor y fue de vida;
y aún hoy, que huellas saben de su huido,
queda una voz para su luz en vela.
Pero un día vendrá el irremediable
que a este espejo me asome, ya acabada.
Y la raíz de fuego insobornable
que crece en mi interior, aún no saciada,
conmoverá la cárcel indomable
con su llanto de ruina abandonada.
Mientras que su poesía ha sido profundamente estudiada [3], su prosa no ha recibido tal atención por parte de la crítica. Pero Josefina escribió también prosa. No podía ser de otro modo, si tenemos en cuenta la fuerza de su pluralidad artística. A partir de 1937, Josefina comienza a escribir una serie de novelas amorosas del corte de la novela rosa. Estas novelas aparecerán en la colección «La novela ideal» e irán firmadas por el pseudónimo Laura de Cominges, tomando el segundo apellido de su padre, Bernardo de la Torre y Comminges. La colección surge del impulso de su hermano Claudio, su cuñada, Mercedes Ballesteros y la propia Josefina, como un medio de solventar la crisis económica que, tras la guerra, estaba afectando a su familia. En 1954 publica también dos novelas breves, Memorias de una estrella y En el umbral, que aparecen en la exitosa colección de la época «La novela del sábado», de ediciones Cid. Asimismo, entre la producción de Josefina se cuenta con algunas adaptaciones teatrales, como la de Una mujer entre los brazos (1956), de Rafael Materazzo.
Este recorrido por los distintos ámbitos artísticos en los que se sumergió Josefina de la Torre configuran un perfil polifacético: su arte es un arte múltiple. Tener en cuenta las distintas vías que explotó a lo largo de su vida nos sirve para comprender el porqué de su corta producción poética y nos muestra una personalidad inquieta. Su potencialidad artística es un torrente abierto a la creatividad y entregado al arte.
BIBLIOGRAFÍA
DE LA TORRE, Josefina. 1954. Memorias de una estrella. Madrid: Cid.
DE LA TORRE, Josefina. 1989. Poemas de la isla. Madrid: Biblioteca Básica Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deporte, Gobierno de Canarias.
DIEGO, Gerardo. 1991. Poesía española contemporánea. Madrid: Taurus.
GIBSON, Ian. 2013. Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal (1900-1938). Madrid: Aguilar.
HERNÁNDEZ QUINTANA, Blanca. 2001. “Josefina de la Torre Millares, una escritora vanguardista”, en Revista El Guiniguada, nº 10.
MARTÍN FUMERO, José Manuel. 2010. Las otras voces de la lírica insular de vanguardia (Julio Antonio de la Rosa, José Rodríguez Batllori, Josefina de la Torre, Félix Delgado, José Antonio Rojas, Agustín Miranda Junco e Ismael Domínguez), (Tesis doctoral dirigida por Isabel Castells Molina). La Laguna: Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna (Soportes Audiovisuales e Informáticos).
MEDEROS, Alicia R. (coord.). 2007. Josefina de la Torre: modernismo y vanguardia: Centenario del nacimiento (1907-2007). Islas canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias.
MESA, Roberto de. 2012. El teatro de vanguardia en Canarias (1924-1936). Santa Cruz de Tenerife/ Las Palmas de Gran Canarias: Idea.
MERLO, Pepa. 2010. Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27. Sevilla: Fundación José Manuel Lara.
PUENTE, Antonio. 2000. “Josefina de la Torre, el último rostro del 27”, en La Provincia, 25/11/2000.
RAMIREZ GUEDES, Enrique. 1998. «Josefina de la Torre: el cine por los cuatro costados», en Tras el sueños. Actas del centenario. VI Congreso de la Asociación Española e Historiadores del Cine. Madrid: Cuadernos de la Academia.
RAMOS ARTEAGA, José Antonio. Josefina de la Torre (1907-2002), Muchacha – isla (en palabras de pedro salinas), en http://aclrevistaliteraria.academiacanarialengua.org
REVERÓN ALFONSO, José Manuel. 2007. Vida y obra de Claudio de la Torre. Santa Cruz de Tenerife/ Las Palmas de Gran Canaria: Idea.
RECURSOS ELECTRÓNICOS
www.josefinadelatorre.com
http://www.imdb.com (Filmografía)
http://hemerotecadigital.bne.es (Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España)
http://h3.bbtk.ull.es/pandora/ (Prensa Canaria digitalizada, Universidad de La Laguna)
http://jable.ulpgc.es/jable (Archivo de Prensa Digital de Canarias, Universidad de Las Palmas)
Notas
[1] Aunque la bibliografía existente coincide en otorgar a Josefina el título de “la voz española de Marlene Dietrich”, lo cierto es que no suele aportarse ninguna información acerca de sus colaboraciones. El dato más fiable es una entrevista publicada en el 2000 en La Provincia, realizada por Antonio Puente en su piso de Madrid, en la que ella afirma haber doblado la mayoría de las películas de la actriz al castellano, así como a Martine Carol en Mujeres Soñadas. Sin embargo, la única película de la que he corroborado el doblaje de Josefina es El cantar de los cantares (The song of songs) dirigida por Rouben Mamoulian en 1933. Esto adelanta, al menos, en un año la fecha de su incorporación al doblaje de cine, que suele datarse en 1934 (vid. Ramírez Guedes: 1998 y Mederos: 2007), y que nos revela que este ámbito requiere aún de un estudio más detallado.
[2] Se sabe que el actor y Josefina tuvieron un romance en esta época, aunque quizás se habían conocido años antes. Ella misma, en una entrevista en el programa Rincón literario: Homenaje a las mujeres de la Generación del 27: Josefina de la Torre (un programa promovido por la UNED emitido en TVE-2 en 1997, disponible en canal.uned.es y en YouTube) afirma haber mantenido una relación con Buñuel, que terminó porque «él ya tenía, por lo visto, a otra persona con la que estaba ligada». Poco se sabe de esta relación pero, al parecer, fue intensa, aunque no se conocen cartas ni documentos directos que lo acrediten. En su biografía sobre Luis Buñuel, Ian Gibson (2013: 569-570) comenta que «resulta arriesgado especular sobre ese romance que no pudo ser», pero añade que en esa época la relación de Buñuel con Jeanne Rucar, que estaba esperando un hijo suyo y preparando su boda, estaba consolidada aunque no fuese pública, con lo que el comentario de Josefina en la entrevista parece encajar a la perfección con lo que pudo suceder.
[3] Aparte de este excelente trabajo y el de Blanca Hernández Quintana, no podemos dejar de citar los artículos incluidos en el volumen Josefina de la Torre: modernismo y vanguardia: Centenario del nacimiento (1907-2007), coordinado por Alicia R. Mederos y la introducción de Lázaro Santana en Poemas de la isla. Cabe destacar, también, que existe una edición bilingüe en español e inglés de Poemas de la isla, dirigida por Carlos Reyes y publicada en EEUU en 1999, y que en 2001 Catherine G. Bellvev la incluye en el ensayo Absence and Presence, publicado en Nueva York. Además de estas publicaciones, Martín Fumero (2010) ha recogido otros textos inéditos o publicados en distintos medios.