El mar, en calma, y nosotros sentados sobre la arena y allá al fondo, a la derecha, el sol que saborea el último pedazo de cielo. De repente una lancha motora irrumpe nuestra mirada, turistas divirtiéndose, mujeres en bikini y una gran colchoneta hinchable en forma de plátano. Al vernos nos llaman en distintos idiomas y en alguno entendemos “¡Ven aquí, ahí estás solo!”, y en otras lenguas algo así como “Ven, pasa el rato con nosotros, ¡pierde la razón!”…
Mientras tanto el sol ya ha desaparecido tras un velamen silencioso, un día más, y nos quedamos pensando en los turistas y esas ganas de ruido, en este turismo alienador… Ya es hora de volver a casa y al levantarnos observamos como un pequeño caracol, lentamente y sonriéndonos, se llega a nosotros: «Psss, psss, muchacho… Psss, sí, tú. Agáchate un momento anda». Sí, el caracol nos habla, y entre la sorpresa y la incredulidad nos olvidamos de regresar a la cueva, a las sombras o al confort, y le seguimos el rollo… Cuando nos hemos dado cuenta, ya ha amanecido sobre un nuevo azul y sentimos en el espíritu una sonrisa, una esperanza y un curiosidad renovada, ágil, atrevida y renovadora.
Así es La Casa del Caracol (Ed. Mercurio, 2013), el último título del escritor Juan Carlos de Sancho (Gran Canaria, 1956), un libro con enjundia y de calado, un libro de ensayos, de variada extensión y escritos con una claridad que se desentiende, durante casi toda su lectura, de la pesadez y oscuridad con la que suelen tratarse temas como el Arte, la Literatura y el Pensamiento en sus implicaciones sociales. Al contrario, el autor canario comparte con nosotros un compromiso y sencillez inusuales, a la vez que necesarios, en esta compilación de textos impregnados de creatividad, reflexión, humor y sarcasmo. No en vano, Juan Carlos de Sancho acepta aquel desafío de Swift para utilizar el humor como agente provocador de la crítica.
Y el humor vive aquí, sin duda, en estas reconfortantes estancias de La Casa del Caracol, una casa pequeña, pero de dimensiones inabarcables, una lugar de encuentro donde se nos ofrece la lectura como diálogo, reflexión y compromiso, como fuente de energía contra las hordas de mediocres y panoptistas que todo ansían dominar. Este caracol, paciente como pocos, hace imperceptible la densidad real de los temas que abarca y los planteamientos que nos acerca, de la mano del particular imaginario del autor que, en esta ocasión, se lee con una mayor solidez y claridad.
Editorial Mercurio, 2013