La Cultura Canaria

Por Antonio de la Nuez Caballero (q.e.p.d.)

De todas las falacias y desajustes humanos que se dan en Canarias, no cabe la menor duda que de la movida, el postmodernismo, la diáspora, la transvanguardia o el exilio interior, lo único válido y eterno, permanente, hasta que venga la del reloj último, es el humano travestismo, tan antiguo como el Edén al adoptar Adán y Eva el precedente de los “unisex”, la hoja de parra. Por ello debe de continuar sin descanso el cultivo de las cepas, porque en el eterno retorno volverá la serpiente a morderse la cola.

Es mejor novelista aquel que hable peor de su familia. Todos los grandes de la literatura han hablado muy mal del género humano: Moisés, Milton, Dante, Cervantes. Somos una cuerda de locos venales. Y lo peor es que los intelectuales nos las damos de refinados. O de puros e intachables. Mala gente.

La literatura es algo telúrico y por eso la literatura hecha por los isleños es canaria. Pero no hemos podido evitar ese olor a manzanas podridas que desde los tiempos más remotos se extiende por el Universo. Con razón decían los latinistas: mater tua mala burra est.

La cultura bien entendida empieza por uno mismo.

¡Cultura canaria! Mucho más la presencia de Pacota/Paquita Mesa, con toda la carga de recuerdos. La librería de doña María Quesada, (su abuela), el viejo puente Verdugo, el Instituto… todo en tan corto espacio. Mientras, la gente cree que la cultura es saberse la tabla de multiplicar.

He presentado siempre una amplia gama de posibilidades para que Canarias, Venezuela, España y las gentes de todas las nacionalidades me aprovechen. He sido más bien un ser anónimo a pesar de que muchos me creen “conocido”. Ahora solo me queda el deambular por todos los caminos que ya repasé y recoger algo de lo que en otros tiempos tuve. Voy a poner un letrero en el Antro del Cachalote o La Espelunca del Ballenato: “Se realiza”. Quizás.

Cultura en su acepción primera es “cultivo”: agricultura, piscicultura. En su acepción pedante es lo que estamos haciendo. En su sentido histórico es ese período que pasa de varios siglos, desde que unas ideas originales nacen en un lugar – lugareño, hasta que son destruidas por el barroquismo de ellas mismas

Canarias no tiene conciencia de su propia experiencia, pero muchas veces este “no vivir cultural” se debe al ámbito político cultural de las Españas de las tres culturas que no se quieren entender.

Es hora ya de que decidamos que es la cultura canaria, o con más exactitud cultura literaria hecha en Canarias. Y otra segunda hora de distinción y apropiación de la locura-cultura que nos es innata.

Es hora de que nos desprendamos de la cláusula historia, historiográfica o retroperiodística, para lanzarnos en otro tiempo. Para lanzarnos al espacio onírico como ya hicimos, como ya quisimos hacer, en otro tiempo. Esto quiere decir que nos tenemos que separar de los episodios nacionales, de los episodios insulares y de los de Tenteniguada, para ver claro más allá de las fronteras que han querido trazar sobre el mapa los bismarkianos.

Me refiero a los que quieren repartirse este trozo de África de nuevo. Por ello hay que decir lo que no se ha dicho, vivir las guerras de papel que no se han vivido y alejarnos de los pontones cuando nos tiremos a este mar – Canteras–, literario, que nos espera para bien o para mal. Siento que no me entiendan. Que no me quieran entender. Que no me quieran escuchar y que me condenen constantemente por lo que no han oído ni les ha interesado. Para muchos con suprimirme basta y sobra.

Y así logran obtener una cultura bien sea popular, bien sea superior. Algo quiere decir que en Europa no se encuentra alguien tan perfecto como Tomás Morales dentro del Modernismo, ni nadie como Agustín Espinosa en el surrealismo. Pero si dejamos que nuestra vista camine hacia atrás tampoco hay nadie tan digno dentro de la Ilustración como Viera, Iriarte, Clavijo, o dentro del insularismo íntimo realista como Don Nicolás Estévanez.

Situarnos como escritores, dentro de la cultura no es siempre seguro. Una crónica de un suceso, de un caso, de un problema en que entre el sexo y la sangre por partes iguales, puede ser un desastre, o un relato vulgar o el núcleo básico de una perla literaria, de una perla de acción cuasi – brechtiana. Así los escritores no lo digo por los méritos sino por la cronología, nos vemos arrastrados, superados y anegados por versos malos o de una regularidad que espanta, por spots publicitarios, argumentos de cisnes, novelas y reportajes o entrevistas que quedan después, pausadamente, al borde de este camino en que apuntan caciques y minusválidos mentales en un confuso montón de perdurable esquizofrenia.

Una cultura con malos escritores – ¿y quién los califica? – es una paradoja. Los que quedan fuera serán siempre los mejores. Las contradicciones de los seres humanos estamos obligados y estamos condenados a llevarlas a cuestas.

Todos los escritores tenemos nuestra dacha. Por lo general casi en el campo. En las afueras de las ciudades o villorrios. Y los eremitas en el desierto, sus cuevas, en los adrares. Y a todos se nos aparecen monstruos en forma de bellísimas y desveladas núbiles de figura exquisita, según los casos. O monstruos de lucientes rabos metálicos dispuestos a castigarnos con el fuego del infierno, con la gota, o con el cerdo de San Antón en el lugar del cuerpo donde tenemos más pecados acumulados. Que a veces es en todo el cuerpo. Todo esto ocurre desde el más viejo romance surrealista. El de la muerte de Don Rodrigo y sus serpientes: ya me comen, ya me comen por do más pecado había, había, había. No podemos escapar a la idea de que los alucinógenos han conformado el cerebro humano, y las alucinaciones forman la red fundamental de toda la literatura.


Breve síntesis curricular [1]

            Nací el 27 de noviembre de 1915 en el no. 105 de la calle Mayor de Triana.  Fui bautizado con el nombre de Antonio Moisés Primitivo en la ermita de los navegantes de San Pedro Guillermo Telmo.  Estudié el bachillerato en el Instituto Pérez Galdós y la Licenciatura de Derecho en la Universidad de San Fernando de La Laguna de Aguere.

Después de la Guerra Civil, Marruecos y la Academia de Infantería de Zaragoza permanecí veinte años en el Ejército.  Estudié la Licenciatura de Filología Clásica; Periodismo y fui director de La Provincia y Secretario del Museo Canario y del C.S.I.C.  fui redactor de las campañas de Marruecos y de la geografía del África Española en el Servicio Histórico Militar del Alto Estado Mayor Central.  Colaboré en la prensa de Canarias y de Madrid y publiqué “La Isla”  sobre Gran Canaria.  Marché a Venezuela donde ejercí la enseñanza de la Lengua, la Literatura y Arte.  Publiqué dos libros de texto sobre estas materias en la Segunda Enseñanza.  También di cursos en las Universidades del Zulia, la Metropolitana y la Central de Caracas, donde obtuve la Licenciatura en Letras (Filología Moderna) e hice el curso de Doctorado en la misma.  Fui Agregado Cultural en la Embajada de España en Caracas y después redacté los Informes Anuales de la Corporación Venezolana de Guayana durante seis años (Desarrollo, Historia, Geografía, etc.) para la Presidencia de la República.  Colaboré en la prensa del Zulia y de Caracas.  Al regresar a Canarias revalidé los títulos obtenidos, publiqué algunas pequeñas obras de bolsillo en el Museo Canario y en “Mafasca para Bibliófilos”, reanudé mi campaña por la Universidad der Las Palmas, que había sido el primero en solicitarla en el año 1945, agosto (diario Acción).  Las conferencias en el Museo Canario fueron destinadas a promocionar en la Primaria el conocimiento de Canarias.  En la Casa de Colón y en Prensa Canaria he pronunciado otras conferencias en torno a la Simbología (diversos aspecto).  En Poesía he publicado muy poco de lo escrito en la Revista del Zulia que dirigí en Maracaibo.

En la actualidad redacto dos libros sobre los signos y la simbología y una autobiografía en los diversos ambientes de mi vida y con un gran predominio de lo gráfico.

Nota

[1] Esta pequeña  biografía la redactó el mismo autor: Antonio de la Nuez Caballero.  Considero importante añadirla como parte de su currículum, ya que sólo él mismo sabía todo lo que había trabajado durante su vida.