Hasta hace solo una década era difícil que un director de escena peninsular pudiera recordar el nombre de un dramaturgo canario contemporáneo. Ahora, autores isleños como Antonio Tabares, José Padilla o los hermanos Bazo brillan en la cartelera madrileña. Forman parte del boom de la dramaturgia canaria, un fenómeno que hunde sus raíces en la tradición literaria de las Islas y enseña sus ramas a través una generación que ha tenido más facilidades para explotar su creatividad a través de una formación especializada.
El proyecto Canarias escribe teatro, promovido por la compañía 2RC Teatro, ha tenido mucho que ver en este despegue de los dramaturgos del Archipiélago. El proyecto, auspiciado inicialmente por el programa Septenio del Gobierno de Canarias, tenía como objetivo promover la escritura dramática, dar visibilidad a los nuevos autores y crear un espacio de investigación dramática. La iniciativa sirvió para poner en contacto a escritores, productoras y directores que encontraron en este espacio un lugar ideal para crear nuevas redes de colaboración.
Con la crisis, el programa perdió fuerza pero nunca llegó a desaparecer y, por último, ha sido la SGAE la que ha tomado el testigo de una propuesta que ha conseguido cristalizar en varios montajes, entre ellos, la lectura dramatizada de piezas de los hermanos Yeray (Tenerife, 1980), y Enrique Bazo (Tenerife, 1978), galardonados con el XIV Premio de Teatro Mínimo Rafael Guerrero por la obra Modelo 17 05 y con el Premio de Textos Teatrales Jesús Domínguez, por la obra Tesla/Edison.
Sin embargo, ni siquiera obtener premios garantiza a los nuevos autores canarios ver sus piezas sobre el escenario. Las compañías, normalmente reticentes a abordarlas, están empezando a vencer sus prejuicios y los dramaturgos canarios están encontrando en los directores del Archipiélago a sus principales aliados. Así, 2RC tiene previsto representar en 2015 la obra Salvando la sal, de Maykol Hernández, y la también compañía canaria La República estrenó recientemente en Madrid Los impostores, de los hermanos Bazo.
Otros, como el dramaturgo José Padilla (Santa Cruz de Tenerife, 1976), llevan tiempo adoptando todos los roles posibles sobre el escenario para lograr que sus obras se representen. Este empecinamiento ha conseguido situar su nombre entre uno de los más valorados de la cartelera madrileña y, saboreando aún el éxito de ver a los actores del Centro Dramático Nacional interpretando su pieza Haz click aquí sobre las tablas del histórico Teatro de las Artes de Moscú, estos días prepara el estreno en Madrid de su versión libre del texto La isla púrpura, de Mijaíl Bulgákov.
Más sonado aún es el éxito de Antonio Tabares (La Palma, 1973). Su pieza La punta del iceberg llegó al teatro de La Abadía de la mano de la compañía con la que viene trabajando desde hace una década, la tinerfeña Delirium Teatro, y de allí ha dado su salto al cine con la actriz Maribel Verdú como protagonista, bajo la dirección de David Cánovas.
El éxito de estos textos reside en que abordan temas universales en un mundo globalizado en el que las letras sobrepasan las fronteras insulares con suma facilidad. Una suerte de la que apenas gozaron sus predecesores: Saulo Torón, Víctor Doreste, Diego Crossa Crosita, los hermanos Millares, Pancho Guerra, Alonso Quesada, Rafael Arozarena, Pedro García, Agustín Espinosa, Elfidio Alonso, Orlando Hernández, Carlos Pinto, Pedro Lezcano, Pilar Lojendio, Ángel Camacho, Alberto Omar Walls, Orlando Alonso, Cirilo Leal o Francisco Monje.
La mirada lúcida y a la vez poética de estos autores marcados por la insularidad es tan potente que a veces ocurre el milagro y sus textos se representan de forma casi espontánea, como ocurrió con La extrañeza, de Sabas Martín; una pieza irónica y surrealista sobre la renuncia de los ideales que fue adoptada por colectivos ligados al 15-M y cuyos fragmentos se pudieron ver en plazas, estaciones de metro y cafeterías.
Para estas nuevas voces teatrales canarias el reto está claro: poder vivir de su dramaturgia, un objetivo en el que han invertido años de formación y de trabajo. Puede que algún día lo logren o quizá haya que esperar a que madure la nueva cantera que viene empujando con nuevos nombres dispuestos a comerse la escena desde su escritorio: Ana Vanderwilde, Victoria Oramas, Miguel Ángel Martínez, Auxi Campos, Enma Álvarez y Roberto García Mesa, entre muchos otros. Lo cierto es que en el siglo XXI los dramaturgos canarios han entrado en la escena española y será muy difícil desalojarlos.