CHILE, PAÍS DE POETAS DONDE SE LEE NOVELA
Siempre hemos escuchado afirmar soberanamente a los críticos, a los teóricos y a más de un escritor que Chile es un país de poetas. No deja de ser cierta esta afirmación, pues, entre otros hitos, este angosto país de “loca geografía” sirve de escenario al poema épico de Alonso de Ercilla, La Araucana (1569, 1578, 1589); es el único país hispanoamericano con dos premios Nobel de literatura, los poetas Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971); le ha dado nación al libro Azul de Rubén Darío con que se dio inicio al modernismo; territorio a la nave vanguardista del Altazor de Huidobro y patria al gran antipoeta de la historia literaria, Nicanor Parra; entre una larga nómina de vates e intelectuales que han glorificado el arte poético de Hispanoamérica desde el más austral de los países del mundo. Pero siendo justos y rigurosos, y ateniéndonos a la reciente historia literaria chilena, decir que Chile es país de poetas hoy es, a lo menos, una afirmación injusta con la frondosa tradición narrativa que recorre el siglo XX y lo que va del XXI, años en que parece haber alcanzado su punto más álgido.
Aproximadamente hacia la década de los ´60 del pasado siglo, comienzan a surgir una serie de narradores que marcan tendencias literarias específicas y renovadas en consonancia con los ecos históricos, políticos y culturales que se van desarrollando, no solo en Chile, sino en Hispanoamérica y a lo largo del mundo. Estos narradores, incuestionablemente deudores de los neorrealistas y experimentales Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, Ernesto Sábato y, en el ámbito nacional, la gran dama de lo fantástico, María Luisa Bombal (La última niebla) desarrollan una escritura cuya primera característica va a estar marcada por la honda necesidad que surge, tras la impronta de las dos grandes guerras, de renovar el lenguaje literario y poseerlo hasta transformar el mundo con la palabra. En estos años, en que surge el boom latinoamericano, en Chile fructifica una obra de hondo calado estético de la mano de José Donoso (Coronación, El lugar sin límites, El obsceno pájaro de la noche, Casa de Campo, El jardín de al lado, …) que abre, definitivamente, el camino hacia lo que reiteradamente hemos denominado “narrativa chilena contemporánea” y que, sin duda, incluye un importante número de escritores y grupos generacionales con los que se ha ido trazando y configurando un territorio vasto y fértil, con autores y obras que se han convertido o se están convirtiendo en referentes de una literatura nacional que empieza a conformar un canon narrativo específico.
La dictadura militar chilena, nacida del golpe de estado producido el 11 de septiembre de 1973, y que venía de operar todo un periodo convulsivo de la historia chilena, supone un importante acallamiento de las voces artísticas. Sin embargo, casos como el del actual Premio Nacional de Literatura 2014, Antonio Skármeta, que publica en los años del régimen en el exilio, sirven de nivelador de temáticas y recursos de la novela de la dictadura que, tal y como afirma Mario Lillo, uno de los representantes de la actual novelística, es una asignatura pendiente para el sector de la crítica y la academia chilena (Lillo 2009). Sin embargo, la llegada de la democracia supone una explosión del arte y la literatura que, de forma masiva ocupa los espacios de producción y concurre en una fuerte oleada de publicaciones a partir de 1990 en lo que Macarena Areno denomina “narrativa chilena reciente o de la postdictadura” (Areco 2015A:7) cuya producción justifica.
La multiplicidad de códigos puestos en juego, la falta de ley y de registro único, la indecibilidad e indeterminación del postmodernismo –lógica cultural del capitalismo mundializado en su tercer estadio (Jameson 1984)–, la desauratización del arte y el pensamiento y su concepción muchas veces como mercancía o como producción burocrática, la coexistencia de regímenes de posautonomía (Ludmer 2010) y autonomía, la presencia de obra heterónomas con una fuerte orientación de mercado […] tienen como una de sus consecuencias, en el caso específico de la literatura, la creciente proliferación de una amplia gama de publicaciones diversas, desde las que todavía se siguen considerando “obras de arte” hasta la que logran el estatuto de best sellers. (Areco 2015B: 15)
La nomina de narradores que podemos llamar de postdictatura es extremadamente amplia. En ella conviven las obras de autores consagrados que venían produciendo novela antes de la década del 90 (Antonio Skármeta, Diamela Eltit, Isabel Allende, Roberto Bolaño, Patricio Manns y otros tantos) con otros que surgen posteriormente con una inusual fuerza y carisma para retratar a Chile desde diferentes miradas, estilos y materializaciones (Carlos Droguett, Eduardo Labarca, Jorge Guzman, Pablo Simonetti, Nona Fernández, Diego Zúñiga, Alejandra Costamagna o Alberto Fuguett, por nombrar unos pocos). También las tendencias y temáticas delatan una narrativa (no podría ser de otro modo) heterogénea que va transitando entre los realismos ortodoxos y los experimentales, las hibridaciones y los subgéneros (Areco 2015D). Podría parecer imposible que en tal vergel de autores, con características tan diversas y preocupaciones tan distantes (al margen de la gran temática de la postdictadura) pudiese darse con un nombre sobresaliente, capaz de destacarse y descastarse del aglomerado grupo en que se lo inserta por edad y fechas de publicación. Podría parecer imposible, y sin embargo, existe y se llama: Alejandro Zambra (1975). Con él, con sus novelas cortas de varios tempos, la narrativa chilena se congratula de una obra que pone en consonancia al público masivo con el elitista y logra reconciliar, en un movimiento de ascendencia cultural conceptos como los de “fenómeno de ventas” y “novela de culto”.
LA NOVELA ZAMBRANA: UN BONSÁI DE HONDAS RAÍCES
Alejandro Zambra nace en Santiago de Chile a dos años de la instauración de la dictadura en su país. Observador externo de una realidad que él mismo plantea como ajena, estudió literatura en la Universidad de Chile, hizo un master en filología hispánica en Madrid y se doctoró en literatura por la Universidad Católica de Chile. Además de su carrera docente en la Universidad Diego Portales y sus colaboraciones en revistas y periódicos donde realiza distintos análisis literarios y sociales, Zambra dirigió, junto a Andrés Andwanter, la revista de poesía Humo e imparte diversos talleres de escritura.
Dibujo que aparece en la portada de Bonsái y al interior de la misma, en el capítulo «V. Dos dibujos», acompañada por el texto: Es un árbol en precipicio.
La carrera literaria de Zambra comienza en 1998 con una obra poética, Bahía Inútil, a la que sigue, en 2003, Mudanza. Sin embargo, será en 2006, con la novela publicada por la editorial española Anagrama, Bonsái, cuando el nombre de Alejandro Zambra comience a sonar con fuerza, llegando en tan solo un año (2007) a ser seleccionado por el festival literario y de artes “Hay Festival” en su sección “Bogotá 39” como uno de los 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años más importante y elegido en 2010 por la revista británica Granta como uno de los mejores escritores menores de 35 años de la lengua española. Y es que, será precisamente su incursión en las filas de la editorial Anagrama, de reconocido prestigio mundial, la que le valdrá la primera llamada de atención, pasando además a convertirse, junto a Roberto Bolaño y Pedro Lemebel, en el tercer chileno que es editado por este prestigioso sello (Onell 2006).
Aunque su producción actual consta, además de los dos poemario tempranos, de otra obra poética recientemente publicada, Facsímil (2015), de corte experimental, del compilado de cuentos Mis documentos (2013) y del recopilatorio de ensayos No leer (2010), es la obra narrativa, que se completa con La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011) la que ocupará estas reflexiones, puesto que en ella encontramos la verdadera esencia que ha hecho de Alejandro Zambra un fenómeno de masas y un autor de culto académico, así como si su breve – por pequeño, por frágil– Bonsái hubiese desarrollado hondas raíces ancladas a la historia de la literatura chilena, conformando y especializando un canon aún indeterminado: el de la novela de postdictadura.
La pregunta es evidente ¿Qué aspectos privativos de la obra de Zambra la convierten en este producto de alto impacto leído y analizado por la crítica literaria especializada con tanto énfasis como lo es por el público amateur? La respuesta no es homogénea, evidentemente, pero tiene mucho que ver con los dos polos específicos por los que atraviesa la novela zambrana pues, de un lado, las historias relatadas resultan simples, cortas, finitas, cotidianas (un escritor eternamente enamorado de una novia de juventud que decide, como forma específica de hacer pasar el tiempo y verlo fructificar, cuidar de un bonsái como quien escribe un libro, en Bonsái; un escritor-padrastro que cuenta cuentos sobre la vida privada de los árboles a su hijastra mientras su mujer, la madre, está fuera y parece no llegar nunca, en La vida privada de los árboles; y un escritor consagrado –presumiblemente el autor– que recuerda su vida entre dos grande terremotos de Chile -1985 y 2010- desde los años de dictadura hasta la actual democracia, con el asombro de descubrirse huérfano de muertos y desaparecidos y que, a pesar de ello, tiene mucho para contar, en Formas de volver a casa), de otro lado, sin embargo, en los giros narratológicos y las estrategias estilísticas, las novelas de Zambra resultan inquietantes y atractivas para el análisis y la crítica, un desafío que insta al estudioso a la ordenación y explicación y que ve en ella una trilogía perteneciente a los subgéneros de la intimidad, la intemperie y los trayectos (Areco 2015D). Las tres novelas de Alejandro Zambra (Bonsái, La vida privada de los árboles y Formas de volver a casa) se encuadran dentro de lo que Catalina Olea llama novela realista, una tendencia donde, además, confluyen diferentes subgrupos:
Autores como Bisama y Zambra asumen, con distintos resultados, la voz de “la generación de los testigos”, es decir, de aquellos que no vivieron en carne propia la violencia dictatorial, pero cuyas biografías han quedado igualmente marcadas por ésta (Olea 2015:30).
Así, como una culpa, como un tatuaje hecho a fuego que no puede sino mostrar una sangrante empatía con los compañeros de su generación, aparece en la producción de Zambra un personaje prototipo que reconoce la historia pero se siente espectador de la misma. De este modo se completa el espectro específico en que podemos encuadrar toda esta producción narrativa: novela realista de la postdictadura desde la mirada de la generación de los testigos.
En sus tres novelas, hay ciertos hitos que podríamos tomar como característicos de la escritura zambrana, como la existencia de un narrador supra-omnisciente, la constante vulneración de los diferentes niveles diegéticos, la insistente transtextualidad y la reflexión histórica-personal, que lejos de funcionar separada y distintamente, se fusionan y entremezclan.
Lo narradores de Zambra trasgreden constantemente sus funciones, entran y salen de la diégesis como si no solo fuesen omniscientes sino que en su esencia contuvieran también al escritor y al personaje principal. Son narradores supra-omniscientes que se permiten, incluso, opinar sobre el personaje y sorprenden al lector preguntándose ante quién está situado en cada momento:
Tal vez todo es más simple y él exagera, como siempre: la calma regresará y él volverá a ser, por fin, una voz en off. Eso quiere ser, llegar a ser, cuando viejo: una voz en off.
La vida privada de los árboles
Le hace gracia estar ahí, trabajando de personaje secundario.
Bonsái
Esa trasgresión que comete el narrador al ir transitando por diferentes espacios del espectro narratológico, borrando o expandiendo los límites entre la intra- y la extradiégesis, da como resultado unas narraciones extremadamente experimentales donde la recurrida tercera persona parece estar funcionando como una primera persona que identificamos con el autor reflexionando sobre su producción, sus personajes, su historia, y de repente, Bonsái es, dentro de la novela, la novela que decide escribir Julio como si fuera el encargo que le había hecho Gazmuri pero que, a decir verdad, era su propia novela inconfesable o Formas de volver a casa es, como en la materia ideal para contar un pasado que parecía insustancial, la metáfora de una vuelta a la democracia.
Emilia y Julio, -que no son exactamente personajes, aunque tal vez conviene pensarlos como personajes-.
Bonsái
Sería preferible cerrar el libro, cerrar los libros, y enfrentar, sin más, no la vida, que es muy grande, sino la frágil armadura del presente.
La vida privada de los árboles
Soy el hijo de una familia sin muertos, pensé mientras mis compañeros contaban sus historias de infancia.
Formas de volver a casa
Esta preocupación de Zambra por la construcción del relato, los límites de la diégesis y la reflexión sobre la propia escritura se plantea como un laberinto borgiano o un cuento cortazariano donde el lector, como ya hemos visto, pierde las pistas que separan la historia de la intrahistoria y se encuentra frente a varios personajes de la novela que está leyendo, hablando de la novela que está leyendo o a un narrador que narra la historia desde la perspectiva de un personaje con que el que a priori no se había identificado.
¿Tú escribes novelas, esas novelas de capítulo cortos, de cuarenta páginas, que están de moda?
Bonsái
Esta última tendencia además está íntimamente ligada a la transtextualidad que opera en su narrativa desde diferentes perspectivas, como cuando pone sus obras en relación unas con otras, cuando hace partícipe a un Proust, a un Macedonio Fernández (prácticamente culpable de la ruptura de Julio y Emilia en Bonsái) o a una Alejandra Costamagna (compañera de generación de Zambra) de sus relatos; cuando sus personajes escuchan a Violeta Parra o recuerdan haber escuchado a Miguel Bosé durante el terremoto del ´85; o finalmente, cuando se autoficcionaliza, introduciendo, mediante el paratexto, al autor en el relato convertido en personaje que cuenta su historia y que transforma su obra en un híbrido “donde el protagonista escribe una novela con las mismas características que su obra anterior” (Areco 2015C:92)
Acaba de terminar un libro muy breve, que sin embargo le tomó varios años escribir
La vida privada de los árboles
A modo de cierre y como un modo de justificar esta intrusión en los espacios de la narrativa chilena, quisiera que sirvieran las palabras precedentes como una invitación a la lectura de uno de los más fructíferos narradores chilenos de los últimos tiempos: Alejandro Zambra, creador de una narrativa íntima, inteligente e híbridada que contiene los elementos necesarios para ser, además, una narrativa de consumo, disfrutable argumentalmente y que el lector medio es capaz de sentir y reconocer como parte de su propia historia. Porque más allá de modas, éxitos de venta y crítica o galardones, el fenómeno Zambra, iniciado por Bonsái en 2006 y continuado por La vida privada de los árboles y Formas de volver a casa en 2007 y 2011 respectivamente, ha echado hondas raíces que se mantienen ancladas a lo mejor de la narrativa chilena de la última década, lugar en que el autor ostenta un puesto de honor.
Bibliografía citada
Areco, Macarena (2015A) “Introducción». En Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago de Chile, CEIBO ediciones. Pp. 7-13
___ (2015B) “Crítica cartográfica”. En Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago de Chile, CEIBO ediciones. Pp. 15-20
___ (2015C) “Tiempos de hibridez”. En Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago de Chile, CEIBO ediciones. Pp.75-98
___ (2015D) “Novela de intimidad, novela de intemperie”. En Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago de Chile, CEIBO ediciones. Pp. 253-273
Lillo C., Mario (2009) “La novela de la dictadura en Chile”. En Revista Alpha 29: 41-54.
Olea, Catalina (2015) “Realismo(s) en la narrativa chilena reciente”. En Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago de Chile, CEIBO ediciones. Pp. 23-50.
Onell H., Roberto (2006) “Alejandro Zambra, Bonsái”. En Taller de Letras 39:163-167. Reseña.
Zambra, Alejandro (2006) Bonsái. Barcelona, Anagrama
___ (2007) La vida privada de los árboles. Barcelona, Anagrama
___ (2011) Formas de volver a casa. Barcelona, Anagrama