Hay una banda sonora con archivos de voz, négatifs photographiques, postales de viaje y una poética nómada a plena luz del día y en estado sólido dentro del libro “volvemos en breve” del autor david guijosa (Suecia, 1981). Esta publicación reciente y prácticamente agotada desde su lanzamiento por la editorial Playa de Ákaba en 2017, consolida definitivamente la trayectoria escritural de una voz joven y contemporánea, singularizada entre las diferentes propuestas estéticas del nuevo siglo por estar pensada y construida en varios idiomas a la vez y, muy especialmente, por haber asumido con rotundidad el desafío generacional de transcribir el peso histórico del monocultivo turístico transnacional y el impacto global de las nuevas tecnologías en el horizonte de la posmodernidad.
El libro de guijosa tiene una denominación de origen esencialmente múltiple y poliédrica, sigue el aura de otros libros suyos como flygbiljetter (billetes de avión), incluido en Planeta Turista, Poesía Reunida (Amargord, 2014) desbrozando en suma el camino hacia regiones inéditas del panorama literario en las islas con una continuidad exterior en desarrollo exponencial. Su obra publicada ha supuesto una incursión enriquecedora en el ámbito de la traducción y el empuje de una poética cohabitante para el mestizaje tardío, hijo de español y sueca en una familia de las muchas que configuró la ciudad turística internacional de los 80 y 90 en Canarias, Baleares y el Levante español, la escritura de guijosa conjuga la cálida insularidad subtropical y el frío del norte escandinavo, los idiomas español y sueco interconectan la experiencia subjetiva del viaje bajo la densidad de su significación ontológica y el trasvase de la sensibilidad lírica al través de los soportes tecnológicos de entretenimiento masivo, una provocadora tentativa de hacer partícipe al lector de los signos de un tiempo nómada, hiperconsumista, turificado en bruto por la mercadería de la industria del sol donde “los paisajes son un palimpsesto” y “todos los latidos se igualan rápidamente al silencio”.
En “volvemos en breve” cada poema sintoniza, emite, pone en el aire. Con el ping delay o el tiempo de reacción del reproductor, instaura una modalidad de experimentación con el lenguaje poético que amplifica resonancias tardías de las vanguardias históricas sin necesidades de nostalgia y acomete de forma deliberada un valiente revulsivo innovador en el tratamiento de la estructura y la forma de los poemas, una suerte de cóctel molotov intertextual muy cercano al performance que hace del libro un médium para la extensión de campos de fuerza de la propia vida en pleno movimiento y así, como sentencia el autor, “se reformula un espacio para que sea nuestro tiempo”.
Zapping, sketches y un reality de viajes encabalgan la línea de flotación de un libro que invoca a todas luces el papel de rara avis, nuevo artefacto de contracultura con intermedios publicitarios incluidos y una retombée positiva y hechizante repleta de intersticios virtuales, pistas del mp3 y nombres propios de la educación sentimental del autor que abarcan todas las artes, desde el réquiem de Fauré a Calle 13, cuadros de Waterhouse y encuentros cara a cara con interlocutores como la japonesa Mitsuye Yamada, el compositor Le Pera o la poeta Wislawa Szymborska, con mención especial de la tríada sueca “Strindberg, Lindgren y Bergman”, revival de un autor en dos lenguas y dos mundos, a caballo entre la comarca nívea de Södermanland y los recuerdos de la playa con hoteles del sur de Tenerife.
En este sentido, esta multiplicidad de voces, la miríada de referencias que laten en la escritura poética de guijosa revisten un carácter epistémico que focaliza una mirilla a través de la cual puede rastrearse el estado del mundo en su devenir caótico. Muy cerca del nomadismo poético de autores como Pierre Joris, para quien la práctica de la traducción y el hábitat de lenguas extranjeras se vislumbran como prácticas de resistencia social y un modo de existencia a la contra de un mapa geopolítico unidimensional donde predomina el vasallaje consumista y el imperio del dinero, en el autor canario-sueco aparecen además unas coordenadas de enorme trascendencia para afrontar la encrucijada sobre el papel social del poeta que transparenta un yo polifónico, actoral en términos performativos, y más que una excepción de la élite ilustrada que recuenta los colores en silencio del paisaje irrumpe como una voz ciudadana nacida en la ciudad turística global que diseña su discursividad en diferentes lenguas como una forma de expresión democratizante.
Finalmente, en un libro como “volvemos en breve” hay fogonazos que aspiran a la universalidad, su ahora es trayecto y como el propio autor confiesa “toda voz es a destiempo”. La mirada propia del sujeto creador narrativiza a ojos del lector el mosaico de su experiencia vital, la apoteosis de los sentidos incorpora términos computacionales del cd player, migrante en estado bruto y en alerta constante por la dinámica reubicación de su voz en off y casi a cappella que realza en los poemas su disconformidad con el mundo. Y la belleza del libro también se encuentra en la invitación al juego, a la escritura, el modo natural con que se apalabra la ironía y la reflexión profunda, la vivacidad del hip hop y la potencia del spoken word, haciendo del propio registro literario un modus vivendi para la supervivencia bajo el peso de una hipersensibidad generada por los estigmas dominantes de la sociedad global televisiva que ha hecho de la pantalla su principal fuente de legitimación. Siguiendo el camino de las flechas, con el empleo de un símbolo en la escritura que lejos de incomodar resulta de especial innovación frente a la “indiferencia de la estrellas”, david guijosa tensa el arco sobre la distancia y el vacío, sentenciando que “si fuéramos en paz el corazón no padecería latidos”.
david guijosa, volvemos en breve, Playa de Ákaba, Colección Letras del Mediterráneo, 2017
Donde anidan los albatros (Azulia Editorial, 2015) es el título del nuevo libro del antropólogo y ecologista José L. González-Ruano (Las Palmas de Gran Canaria, 1957). Un libro en que anuncia nuevas formas de escritura no ensayadas en sus anteriores libros, entre los que destacan Últimos pájaros del océano en poesía, Isla de Lobos o Surf Republic en novela y El camino de Santiago en Gran Canaria, como literatura de viajes.
En él hay una confluencia de géneros, donde convergen el poeta y viajero con el contador de historias. Una asimilación geopoética del mundo y del entorno que reclama una escritura trabajada desde el pensamiento y el lenguaje con el fin de trasladar la emoción primitiva y natural del encuentro con el paisaje y su paisanaje. Lo que nos enseñan estos relatos y prosas poéticas de Gozález-Ruano es que estamos continuamente viajando aún sin movernos porque el mundo es una reinterpretación constante. Empero, el sujeto de estas páginas recorre un viaje biológico para encontrarse a sí mismo como especie en un hábitat que ha de entender y traducir. Una aprehensión inconmensurable como utopía lógica para luchar contra el determinismo. Pero en Donde anidan los albatros la emoción perdura en la palabra y sobrevive al paso del tiempo. Hay una intemporalidad poética que confunde el futuro con el recuerdo, que se conforma como una metafísica de lo etéreo, la existencia inmanente que deviene entre el líquido marino y su brisa, la naturaleza incorpórea en su devenir: en su viaje, siempre retornando. Es la manifestación profundamente literaria y poética de una filosofía biológica y ambiental.
El albatros de González-Ruano es un ser atrapado en la frontera entre dos mundos, viviendo en la experiencia de un horizonte perpetuo sin poder alcanzarlo, en una distancia equidistante entre sí mismo y el mundo, porque la lejanía del horizonte fue la génesis de su condición. El albatros es un ser del mundo literario: una metáfora convertida en sujeto, que de vez en cuando se nos aparece como un haz de luz sobre el horizonte de nuestros deseos en el paisaje que interpretamos. Así, en la metáfora del texto se erige el albatros, extendiendo sus alas sobre la escritura en calma de un hombre azul, pues como dijo Heidegger en Cartas sobre el humanismo “El lenguaje es la casa del ser. En su vivienda mora el hombre”. Una literatura como un ave marina, de vuelo rasante sobre el abismo líquido de las aguas, que rasga el silencio del aire con la poesía de las alas. Y de ahí, una prosa ecuórea en un devenir transinsular que le conduce a indagar sobre la condición humana. Este libro es, por tanto, inmersión del mundo, exploración, alumbramiento. Una erótica totalizadora de la especie con el mundo que habita: un inmersionismo hacia todas partes. En él encontramos reflexiones sobre la vida, la soledad, el amor y la solidaridad; el impulso erótico, el destino, los deseos.
Vale la pena encontrarse con este libro a solas y darse cuenta de que nosotros también estábamos ahí, entre sus páginas, en un éxodo de orillas; e intentar restañar quizás algunas certezas después de que alguna frase nos asalte sorpresivamente resquebrajando nuestra concepción espacio temporal del mundo, porque ¿acaso puede uno escribir recordando el futuro tal y como anuncia nada más abrir el libro? Hay un halo de misterio en la forma de enigma intelectual que nos devuelve al inicio de los tiempos, en que tenemos que pensarlo todo de nuevo para estructurar el orden del mundo. Recuerda a un espacio mítico, elaborado en la antigüedad clásica, donde el tiempo es cíclico y permanecemos condenados a no morir. La vida es una regeneración constante, por eso este libro anuncia el regreso de una muerte: se fue el hombre azul y retornó convertido en albatros. Siempre un albatros hacia la isla sin nombre.
José L. González-Ruano: Donde anidan los albatros, Azulia Editorial, Gran Canaria, 2015.