Hacerse la muerta, de Nira Rodríguez

Reseña de Daniel Bernal Suárez · Insulario, Reseñas

Hacerse la Muerta de Nira Rodríguez
Reseña de Daniel Bernal Suárez


¿Para qué querría alguien hacerse el muerto?

Probablemente solo existan dos razones de peso: para sobrevivir o para jugar. ¿Y si jugamos a sobrevivir? En Hacerse la muerta, poemario de Nira Rodríguez, flota un cierto aire de juego, en efecto; un tono lúdico que se acentúa en el ritmo entrecortado de muchos versos, en los guiños irónicos, en la deconstrucción de frases y expresiones para subvertir sus significados originales y usarlas con una pretensión crítica, o en la disposición visual y espacial de los poemas. Así, en Niño Godzilla existe una correspondencia entre lo mentado y lo visible: las letras y sus dimensiones cambiantes en la página como correlato de lo diminuto del niño y, a pesar de ello, la importancia de su mirada que llena de gigantes el mundo. En Tetas, en cambio, la distribución de los versos simula una suerte de caligrama que dibuja dos senos colgantes.

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Quien aspira a sobrevivir, además, puede que necesite fingir no solo su fallecimiento, sino también una posterior nueva identidad. En un conjunto importante de poemas, las voces de los hablantes son personajes en el sentido dramático del término: máscaras ficcionales a través de las cuales se exponen situaciones malhadadas –individuales y colectivas- o se critica los estereotipos femeninos que nos han lastrado durante siglos (recordemos cuando Brooks y Warren aseveraban en Understanding Poetry -1938- que cada poema puede ser contemplado como un pequeño drama). Esas voces o disfraces pueden remitir a personajes mitológicos (Pandora, Penélope o Calipso), históricos (Norma Jean) o voces anónimas que asaltan ese escenario que es el poema. En La mujer de Lot, verbigracia, se reinterpreta el mito bíblico en clave irreverente sobre la emancipación femenina, como si el desafío al mandato divino de no mirar atrás fuese una forma de liberación del patriarcado.

Podría calificarse la de Nira Rodríguez como una poética de la cotidianidad sorpresiva, por sus giros coloquiales  (y porque ya sea sobre el amor o sobre el horror del mundo la enunciación parte siempre del ámbito más próximo) y su surtidor de imágenes eléctricas. Estas brotan con mayor precisión y potencia en los poemas más cortos, en los que la condensación de las imágenes genera un profundo extrañamiento. En algunos de los poemas más largos, por el contrario, suele preponderar el tono confesional y la ternura, al tiempo que laten la melancolía y la sensación del tiempo perdido.

Porque acaso hacerse la muerta sea un modo de readaptar la mirada para ser testigo  desde otro ángulo, la palabra se muestra también como desviación y desacato, respiración asmática y discontinua. Los poemas de este volumen son punciones al instante.

Ediciones Vitruvio, 2013

Foto de Portada: qynnvalentynne via Compfight cc

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